Poco a poco hemos ido ganando espacios laborales y seguimos luchando a brazo partido para desmoronar el techo de cristal, pero eso no nos servirá de mucho si en paralelo no cambiamos nuestra relación con el dinero y las finanzas.
Para eso hay que romper paradigmas importantes, como el pensar que los hombres son los que manejan el dinero o que hablar de dinero es feo, por ejemplo.
Es un hecho: tocar el tema del dinero es difícil para la mayoría de las personas. Mucho más hablar eso con quienes parecen entender mejor el tema, ya que puede resultar bastante intimidante: un estudio del banco de inversión Merrill Lynch reveló que un 61% de las mujeres prefiere hablar de su propia muerte que de dinero.
Las mujeres nos enfrentamos no solo a nuestro propio miedo, nuestra falta de conocimiento o a la falta de voluntad de manejar nuestro dinero, sino también a la llamada discriminación invisible. Hay investigaciones que muestran que los profesores de ciencias exactas tienden a dar más espacio para que los niños respondan en el aula. También les dan calificaciones más altas cuando ven los nombres de los estudiantes varones en la prueba; en las pruebas a ciegas, no es así.
Ese es el macro pero, ¿qué pasa a nivel de cancha? Los hombres frecuentemente comparan información de inversiones, de cuál es el mejor instrumento financiero y por qué. Nosotras, rara vez.
Esta serie de factores que confluyen generan una brecha de género financiera que se basa en la complejidad del sistema que alimenta el miedo que nos lleva al desconocimiento del mismo. Se genera un círculo vicioso que solo hace que las mujeres estemos más y más alejadas de nuestras finanzas. Y es que pocos productos se hicieron pensando en las finanzas de las mujeres y mucho menos en nuestra educación sobre el tema.