Desde ahí comenzó a crear su network que empezó, como ocurre muchas veces, por casualidad en una fiesta, donde conoció al primo de un amigo que le platicó sobre lo que hacía en la industria automotriz. “Yo creo que fue mucho cómo me lo contaba que empecé a ver qué podría hacer”, afirma.
Su padre y sus maestros siempre le habían recomendado hacer prácticas profesionales para empezar a probar y ver qué cómo se aplicaba lo que estudiaba en la industria. Esa experiencia le sirvió, además, para saber qué ruta del camino no quería tomar. Comenzó como becaria en una automotriz, en el área de análisis virtuales de amortiguadores y suspensiones, el rol que más se ha acercado durante su carrera a sus estudios.
“Estuve ocho meses y la parte buena de tomar este tipo de trabajos es darte cuenta de qué sigue. Me encantó la ingeniería, pero la parte de electrónica o sistemas creo que no fue lo mío”, dice.
Así que una vez dentro de la industria comenzó a buscar alternativas hasta llegar al área de diseño de exteriores de autos, que la llevó al momento en que su papá le explicaba cosas sobre autos cuando era pequeña. Era justo lo que necesitaba.
O eso pensaba al principio, porque al cabo de un tiempo se dio cuenta de que no era feliz ni tenía motivación por seguir investigando y desarrollandose, a pesar de que le gustaba el trabajo. Estuvo bien para ser la primera experiencia, pero no era por ahí. Ahí fue cuando decidió cambiar de empresa y llegó a Ford.
Continuó en diseño de ornamentación exterior (los componentes del coche que hacen la diferencia entre versiones). Sus primeros seis años fueron en desarrollo de producto, en el que llevaba el diseño desde casi el primer boceto a pasar por todas las áreas necesarias hasta llegar a planta. “Defines qué tan factibles es en ingeniería que se vea como el diseñador lo planteó: qué tipo de material voy a usar, qué herramientas, cómo tiene que tener la forma para que sea aerodinámico, qué tipo de pruebas vas a hacer…”, explica. “Cuando digo que me enamoré de mi trabajo fue porque logré ver un producto de ser un sketch a circular en las calles”, señala.
El reto de ser jefa
A los cuatro años de estar en la posición fue promovida como supervisora de área, el que define como el reto más grande de su carrera. Tenía 26 años y se volvió supervisora de sus amigos. “Fue lo más difícil que he vivido”, explica. Porque, además, competía por la posición con uno de estos amigos, que se quedó como su reporte directo. Vázquez se dedicó a leer, a capacitarse y a apoyarse mucho en la gente, consiguió un mentor, al que considera clave en su carrera, y así pudo “sobrellevar” la promoción y seguir creciendo.
“Mi as bajo la manga fue hablar con la gente de forma honesta. A cada uno de mis amigos les hablé y les dije que quería que esto funcionara y que igual que yo los necesitaba para lograrlo, ellos me necesitaban para quitarles piedras en el camino y que pudieran entregar sus objetivos”, explica. “Creo que también me ayudó que como éramos amigos, yo sabía las quejas que tenían anteriores y yo traté de ganar por ahí pequeñas batallas para ganarme su confianza”.
Cuando empezó a ver que era momento de cambiar de posición, tras una asignación de dos años en Michigan y lograr mayor visibilidad, decidió hacer un movimiento lateral y buscó la posición de PMT Leader, una especie de program manager, pero técnico. Vázquez se acercó con la gente en la empresa que creía que podría ayudarla a conseguir su objetivo y pasó las entrevistas para lograrlo. Este movimiento lateral fue clave para que, ocho meses después, lograra su posición actual, que ocupa desde hace dos años.