Ortiz señala que los centros de trabajo aún no son vistos como espacios seguros para compartir información relacionada con las emociones de sus colaboradores. Y son aun menos receptivos cuando se trata de las emociones de una mujer.
"Los estereotipos de género nos siguen en todos lados. En el trabajo es más aceptable que una mujer llore a que se muestre molesta, porque entonces es la 'histérica que está en sus días'", dice.
Y eso lleva a que muchas veces se callen aun cuando no están de acuerdo con temas de trabajo, para evitar señalamientos. En el caso de Teresa Santana, maestra de primaria, apunta que sus compañeros le han incitado a no pronunciarse en desacuerdo con medidas que ella consideró incorrectas "para evitar problemas". Pero, con ello, las empresas pierden puntos de vista valiosos que pueden enriquecer los proyectos y mejorar los resultados.
"Una de las características que siempre se señala de mujeres trabajadoras es que a nosotras nos juegan en contra las emociones y eso contribuye a la reproducción de mitos, como que las mujeres tomamos malas decisiones porque somos emocionales u hormonales", agrega Ortiz.
Ximena Márquez, consultora en Desarrollo Organizacional, afirma que las expectativas que las empresas tienen sobre el comportamiento de mujeres y sobre cómo deberían expresas sus emociones orilló a aquellas que empezaron a abrir espacios a emular conductas de hombres, con tal de ganarse el respeto de directivos y compañeros, incluso aunque entre ellas hubieran acciones o decisiones autoritarias.