No es la primera vez que lo conversamos, pero en esta ocasión quiero enfocarme un poco más en las cincuentonas, las de mi generación. En ese momento incómodo de mirarte al espejo, al ver las arrugas, las marcas y las manchas; esas señales de que el tiempo ha pasado, que ya no eres la joven de antes. ¿Y? ¡Así es la vida!
Nos hemos convertido en esclavas de una idea de belleza que no envejece, y que sataniza las arrugas y la piel colgada. De no reconocer que el tiempo no perdona, y que exige mucho más de lo que podemos dar, y sobre todo de lo naturalmente posible.
Gracias a los medios y hoy a las redes sociales, crecimos con la idea de que la belleza es un pasaporte, una carta de presentación, y nos adaptamos a ella sin cuestionarla. Pero, cuando el tiempo deja su huella en nuestra piel, empezamos a darnos cuenta de lo inhumana y absurda que es esa expectativa.
Verme al espejo y notar las arrugas no debería ser un acto de confrontación, pero lo es, porque en el fondo nos han enseñado a temer al envejecimiento. Nos dijeron que la juventud es lo más valioso que podemos tener, “juventud divino tesoro”, y cuando esa juventud se va, parece que con ella parte una enorme fracción de nuestra identidad, de lo que éramos. Pero, ¿de verdad es, o debería ser así? ¿En verdad debemos luchar contra algo tan natural como crecer, evolucionar, transformarnos y envejecer?
Lo más irónico de todo es que, mientras nos esforzamos por mantener una imagen de juventud, lo que realmente creo que deberíamos estar cultivando es esa belleza interna que no depende de la edad ni del aspecto físico. Y sé que puede sonar a cliché, pero cuando pasamos tantos años enfocándonos en lo superficial, olvidamos que las arrugas y las canas son también símbolo de nuestras vivencias, nuestras luchas, nuestros aprendizajes…nuestra experiencia.
Sí, es difícil. Nadie dijo que aceptar el cambio sería sencillo. Pero tal vez, como con tantas otras cosas, sea cuestión de aprender a soltar. Soltar esa presión de cumplir con un estándar que nunca fue real, posible o alcanzable. Aprender a apreciar la belleza de lo vivido, de lo que somos hoy, con nuestras historias, nuestros fracasos y nuestras victorias.
Te invito a que, la próxima vez que te mires al espejo, no veas solo las arrugas o las líneas de expresión. Ve a la mujer que ha superado tantas cosas, que ha vivido, amado y aprendido. Y en ese reflejo encuentres tu verdadera sustancia.
Y ojo, no soy de las que están en contra de verse bien, porque también me parece que las que dicen “hay que envejecer con dignidad”, no han leído nunca la definición de dignidad, y ahí les va. Dignidad: sinónimo.honradez; respetabilidad, nobleza, honestidad, honorabilidad, integridad, rectitud, decencia, seriedad, decoro, pundonor, AUTOESTIMA, ORGULLO. Así que, por favor, evitemos mal-aplicar esa sugerencia disfrazada de dicho; y también, desde mi muy particular perspectiva, dejarse ver mal es pésimo para una autoestima, digamos, saludable.