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No más Juanitas. Ni en la política ni en nada

Políticas mexicanas arrastran con el síndrome de Juanita. Sienten que cuentan con una posición política por un favor, porque la legislación electoral lo permitió pero no se apropian de su posición.
vie 03 mayo 2024 06:05 AM
No más Juanitas. Ni en la política ni en nada
Seguramente habrá literatura que documenta cómo los liderazgos femeninos se distinguen, sobre todo cuando deciden romper con los estereotipos masculinos. Cómo hacen visibles agendas emergentes y cómo están transformando los paradigmas del liderazgo, apunta Edna Jaime Treviño.

Hace un par de años, como integrante del Consejo Directivo del Tecnológico de Monterrey, tuve la oportunidad de conversar con Ana Marí Cauce, presidenta de la Universidad de Washington. No era esa la primera vez que visitaba instituciones académicas de alto prestigio y conversaba con sus liderazgos. Sí la primera que lo hacía con una mujer de ascendencia hispana, cuyos méritos la habían catapultado a la presidencia de la institución.

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El sello del liderazgo de Ana Mari Cauce está relacionado con su énfasis en la inclusión, en el respeto a la diversidad y su casi obsesión por ampliar la proporción de primeras generaciones en los ingresos de la Universidad. La Universidad de Washington tiene un programa que permite construir el camino para que aquellos que están lejos de los circuitos universitarios puedan acceder a ellos. El porcentaje de estudiantes de primera generación en la Universidad es de los más altos en Estados Unidos. Hay una política deliberada para hacer esto posible. No es el azar o la alineación de estrellas, es una política universitaria impulsada por su presidenta.

Seguramente habrá literatura que documenta cómo los liderazgos femeninos se distinguen, sobre todo cuando deciden romper con los estereotipos masculinos. Cómo hacen visibles agendas emergentes y cómo están transformando los paradigmas del liderazgo.

Me encantaría conocer el recuento de lo que los liderazgos femeninos nos dejan en cualquier ámbito. Hoy el tema es especialmente relevante porque tenemos a dos mujeres como candidatas a la presidencia. Y deberíamos realizar un ejercicio para conocer su trabajo, sus logros y si en sus actividades políticas han tenido este matiz derivado de su condición de mujeres. O si son o fueron perfectas para el puesto siguiendo los cánones masculinos, que implican cierto grado de sumisión al jefe político. Quisiera ver en la política lo que Ana Mari Cauce logró en la academia.

Lanzo una primera apreciación sobre nuestras mujeres en la política que me va a ocasionar problemas, supongo. Lo que quiero es motivar una conversación que nos lleve a definir qué esperamos de los liderazgos femeninos en la política, para luego definir una postura de cómo deberíamos formarlas, a las mujeres en general y en la política en particular, reflexión ineludible para quien como yo cuenta con una posición de liderazgo en una institución académica.

Lo primero es el síndrome de Juanita. Pienso que muchas políticas mexicanas arrastran con él. Sienten que cuentan con una posición política por un favor, porque la legislación electoral lo permitió pero no se apropian de su posición, la cargan mientras que su jefe político, su compañero de partido, puede tomarlo. El síndrome de Juanita se siente en las legisladoras que no alcanzan a articular agendas propias, las que siguen la instrucción del líder del partido, las que se humillan en el silencio al ser obligadas a levantar la mano sin previa reflexión. El síndrome de Juanita está más presente de lo que pensamos. Los partidos lo fomentan.

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Nuestras candidatas vienen de ese mundo en el que las posiciones para las mujeres son obligadas pero no una fuente de nuevas ideas. La candidata de Morena tiene vida propia antes de AMLO pero es a partir de su venia que ella existe como política. De alguna manera ella decidió que fuera así. No es un fenómeno, es una mujer hecha de su tiempo, con talento pero con subordinación al mismo tiempo, como siempre ha sido en su medio y en su tiempo. Xóchitl es más libre. No tiene al jefe tutor que la apabulla y le recuerda quién es. Xóchitl es una mujer hecha a sí misma y su trayectoria tiene más tintes de independencia que de sumisión. No obstante en ninguna de ellas hemos visto la propuesta/legado en términos de agenda de mujeres.

Como decana de la Escuela de Ciencias sociales y Gobierno del Tec de Monterrey quisiera que más mujeres ocuparan puestos de liderazgo. Más inspirados en el ejemplo de Ana Mari Cauce que en el de nuestras políticas. Más dispuestas a roles de liderazgos fuera de la caja que sumisas. Esto se aprende en la práctica, se forja en la cotidianidad pero también se aprende en las aulas. Mi compromiso es que en las aulas estas mujeres líderes encuentren lo necesario para ser las mejores, con los instrumentos teóricos, metodológicos y técnicos para dejar su propia huella. No necesitarán el ascendente masculino. Tendrán todo para ser exitosas en el mundo que decidan vivir.

Las mujeres vamos a cambiar al mundo.

Tenemos con qué hacerlo.

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Nota del editor: Edna Jaime Treviño es Decana Nacional de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Síguela en LinkedIn. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.

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