El 9 de marzo de 2020, en el contexto del Día Internacional de la Mujer, ocurrió un hecho inédito: las mujeres en México y muchos otros países decidieron ausentarse por ese día de toda labor de la que fueran responsables. De acuerdo con cifras del Inegi, se paralizó el 40% de la fuerza laboral mexicana, con un valor promedio de 25,744 millones de pesos en pérdidas. Esto equivale, para darse una idea de la importancia de las mujeres en la economía formal de México, al valor de capitalización en la Bolsa de la cadena de franquicias Alsea. A mayo de 2023, la fuerza laboral femenina ha aumentado a 46%.
Si a la población económicamente activa se le añade el trabajo no remunerado llevado a cabo por las mujeres —labores de mantenimiento y sostén del hogar, cuidado a menores, enfermos y adultos mayores— la cuenta asciende a 37,000 millones de pesos cada día, según ha reportado la misma fuente. Estas cifras demuestran la contundente relevancia, con frecuencia invisibilizada, de las mujeres en la economía mexicana.
¿Qué pasaría si todas ellas pudieran competir en igualdad de condiciones con los hombres? Un mundo en el que no existiera brecha salarial ni tuviéramos que preocuparnos por ser agradables a la vista de los demás todos el tiempo o cargar con la responsabilidad total de los cuidados y tareas de casa quizá nos acercaría al lema de la famosa muñeca de Mattel cuya historia ahora se deconstruye en la súper taquillera película: ¡puedes ser lo que quieras!
Ministra de la Suprema Corte, trabajadora de la construcción, astronauta, futbolista o presidenta: todas son profesiones factibles y alcanzables en Barbieland. Y todas son, también, anhelos para la enorme mayoría de las mujeres en un mundo real marcado por la desigualdad y la objetivización del cuerpo femenino.
La reflexión que plantea la película Barbie no es cosa de niñas o niños; se trata de un problema público, cuyo impacto no solo toca los indicadores económicos sino también las estadísticas de salud mental. La doble y hasta triple jornada laboral de las mujeres —oficina, casa, labores escolares y de enfermería— dejan estragos como el estrés y la ansiedad al grado de que la Organización Mundial de la Salud ha alertado por la propagación de estos trastornos mentales, especialmente tras la pandemia de Covid-19.
Igualdad sustantiva no es una fantasía para un mundo color de rosa: es un derecho en este planeta de todos los tonos. Insistiremos hasta lograrla.
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Nota del editor: María Elena Esparza Guevera fundó y preside Ola Violeta A.C. Es Doctoranda en Historia del Pensamiento por la UP, Maestra en Desarrollo Humano por la Ibero y egresada del Programa de Liderazgo de Mujeres en la Universidad de Oxford, Inglaterra. Síguela en
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