En ese sentido, me llamó mucho la atención leer hace unos días sobre
Masanobu Ogura,
quien es ministro de Empoderamiento de las Mujeres e Igualdad de Género en Japón desde agosto de 2022. Él es el primer hombre en tomar este cargo, después de cinco mujeres consecutivas. Probablemente sea el único, o uno de los pocos hombres en este tipo de puesto en el mundo.
Ogura llegó a su puesto actual tras llamar los reflectores en la Cámara de Representantes por trabajar durante tres días con un chaleco de 7.3 kilos simulando un embarazo avanzado. Fue su manera, o eso dice, de “ponerse en los zapatos” de una mujer trabajadora que pasa por esa experiencia. Recibió innumerables críticas por ello, al considerarse una experiencia muy limitada. No obstante, el primer ministro, Fumio Kishida, lo eligió como parte de su gabinete con una encomienda crucial para el país: incrementar la tasa de natalidad.
Este desafío no es nuevo para Japón.
En 2014, la revista británica
The Economist
publicó un artículo sobre el envejecimiento de la población japonesa y sus razones. Entre ellas destaca una dinámica compleja que apunta a que en las décadas de crisis económica los hombres dejaron de ganar lo suficiente para mantener a una familia tradicional (en la que las mujeres no generan ingresos), las mujeres no querían tener hijos para no renunciar a sus carreras profesionales y la gente joven que podía salir de Japón lo hacía en búsqueda de mejores empleos. Todo esto derivó en un problema económico mayúsculo que continúa pues cada vez hay menos personas en edad productiva para mantener un creciente número de adultos mayores.
Poco ha cambiado desde entonces. En particular, Japón tiene enormes desafíos para captar el talento de las mujeres en la economía remunerada. De acuerdo, con el Índice de Brecha de Género del Foro Económico Mundial, en 2022 este país ocupó el lugar 116 de 146 países evaluados. Solo para contexto, México registra menores brechas al ubicarse en el lugar 31. Aunque en Japón no existe una brecha educativa, solo 53% de las mujeres en edad de trabajar tiene un empleo y muy pocas de ellas llegan a puestos de toma de decisiones en el sector público o privado. ¡Imaginen todo el talento de mujeres que está desaprovechado! Tal vez si las japonesas tuvieran condiciones laborales más flexibles, donde pudieran combinar su profesión con la maternidad, se animarían a tener más hijos. Tal vez si los hombres participaran más en el hogar para que sus esposas tengan tiempo para trabajar, sería viable mantener a una familia con hijos.
¿Logrará Ogura reducir las brechas de género en Japón? Quien sabe.
Un reciente artículo de Nikkei Asia, un portal de noticias locales,
plasma que existe un debate al respecto. Por un lado, su nombramiento reduce aún más la escasa representación de mujeres en el gabinete. Por el otro, hay expertas en la materia que consideran que él podría influir para que más hombres se involucren en esta agenda, siempre y cuando haya un movimiento feminista desde la sociedad civil que lo complemente. Desafortunadamente, en Japón las voces feministas están atomizadas.