A esa edad tenía claro que sí quería ser madre, pero mi plan era primero tener una pareja estable y posteriormente tener hijos/as con él. Ese anhelo no ocurrió. Y en aquellos años me pesó mucho.
Han transcurrido varios años de esa etapa y ahora, a la distancia, hay algunas reflexiones que me vienen a la mente.
Cuando estás soltera y sin hijos, específicamente cuando tienes este estatus en una etapa más tardía de lo que esperabas, experimentas la sensación de que tu verdadera vida aún no ha comenzado. Como si estuvieras esperando a que llegue esa persona indicada para ahora sí formar una familia con hijos/as. Y estas emociones se complican más cuando ves que muchas mujeres a tu alrededor lo están logrando y tú te estás quedando atrás.
Una vez que ha terminado nuestra infancia, comenzamos una vida adulta llena de instrucciones y requisitos para cumplir las expectativas sociales a fin de obtener las recompensas y el reconocimiento de que hicimos lo que se suponía. La sensación de no estar viviendo la etapa que ‘deberíamos’ puede hacernos sentir que no nos hemos realizado. En esencia, el rol de madre-esposa demerita cualquier otro que se aleje de ese modelo.
No tendríamos por qué sentirnos culpables de vivir así. Tampoco deberíamos de sentir vergüenza por anhelar ese rol si desde la infancia nuestros padres, nuestros maestros, los medios de comunicación y la sociedad en general, nos lo inculcaron.
Para todas aquellas que no nos casamos ni tuvimos hijos en la etapa en la que ‘deberíamos’ es fácil sentir que nos falta algo.
Y eso hace a nuestro cerebro pensar que si no hemos encontrado lo que la mayoría ya logró, algo debe estar mal en nosotras. Evidentemente no es así.
Así que ¿por dónde empezar?
Por reconocer que te sientes así… es el primer paso para hacerte responsable. Reconoce tu dolor expresa las emociones que te provocan ese sueño no cumplido. Esto implica que seas compasiva contigo y valides tus emociones.
Después identifica tus sentimientos vergonzosos y ponlos bajo la lupa. Solo así los puedes analizar para saber qué tan ciertos son. Si no lo son, entonces déjalos ir.
Muchísimos conceptos en relación al matrimonio y los hijos ya están caducos porque están idealizados. Y no tiene sentido continuar conservándolos en tus creencias, así que hay que soltarlos y reconocer que no hay nada malo en ti solo porque a estas alturas de tu vida no tienes el rol de madre-esposa.
En la vida es posible tener todo tipo de roles y no hay uno que sea más importante que otro. El valor y la prioridad de ellos en realidad los asignas tú, afortunadamente.
Tal vez te casarás cuando tengas 40 y puede ser que para ese momento tu deseo de ser mamá ya se haya ido. Yo entiendo que actualmente en tu vida hay cosas que no te quedan claras y la incertidumbre es incómoda.
Algún día quizá llegarán las respuestas… o simplemente desaparecerán las preguntas.
Lo que toca es aprender a resignificar la etapa que estás viviendo. Enseñarle a tu cerebro a que deje de enaltecer la vida de quienes sí tienen pareja por encima de la tuya.