Lo ideal sería agilizar este cambio. ¿Cómo?
Lo primero es reconocer que México ha mostrado avances en los últimos años. En la primera edición del
Índice de Brecha de Género en 2006
nuestro país ocupó el lugar 75, hoy nos ubicamos en el
lugar 31
(2022). Este brinco en parte se debe a mejoras en educación y empoderamiento político. En particular, el objetivo de incrementar la cobertura educativa desde hace varios sexenios ha favorecido tanto a hombres como a mujeres.
Además, desde hace un par de décadas se han hecho esfuerzos para aumentar la representación política de las mujeres. Estos iniciaron como cuotas que fueron incrementando de forma gradual hasta convertirse en un principio de paridad en candidaturas a puestos de elección popular que ha derivado en congresos paritarios y en nueve entidades encabezadas por una gobernadora.
Sin embargo, poco se ha hecho para que más mujeres entren, permanezcan y crezcan en la economía remunerada. Menos de la mitad de las mujeres en edad productiva acceden al mercado laboral y la mayoría de las que lo logran ganan salarios más bajos que los hombres. Esto, sumado a una carga desproporcionada de cuidados, resulta en una menor probabilidad de crecer hacia puestos de toma de decisiones.
Cambiar esta tendencia requiere acciones capaces de transformar las dinámicas sociales y económicas que generan barreras -visibles e invisibles- que han detenido o alejado a muchas mujeres de la economía remunerada. Pareciera que ya se agotaron las oportunidades de soluciones “sencillas”, como las cuotas, para avanzar hacia mayor igualdad. Es tiempo de implementar acciones precisas desde todas las trincheras.