Me refiero a expresiones basadas en la construcción patriarcal del ideal materno. Bueno, su nombre oficial es “ideal hegemónico maternal”, ¿lo has escuchado?
Sí, suena como algo alejado de nuestra vida pero en realidad es un enemigo silencioso de las mujeres: las madres y las no madres.
Este ideal impone que todas las mujeres deberíamos de ser madres y establece las condiciones en que hay que serlo: a través de maternidades ‘perfectas’ emocionalmente absorbentes, que requieren que la mujer cuide mejor a sus hijos/as que a ella misma.
La maternidad hegemónica degrada y margina los demás roles que una mujer puede tener, ejerciendo presión social sobre nosotras para ‘validarnos a través de la maternidad’.
Este ideal nos bombardea desde que somos niñas a tal punto que no somos conscientes de esta imposición y la aceptamos sin tener el tiempo ni la manera de cuestionarlo.
¿Un ejemplo? ve a tu navegador de internet y escribe “juguetes niña”. Quedarás asombrada de la explosión rosa de juguetes dirigidos al cuidado de bebés y cocinitas. Sí, el sistema patriarcal educando a las niñas para que desde pequeñas permanezcan en casa cocinando, limpiando y cuidando bebés.
No nacemos con instinto materno, sino que a través de las normas culturales impuestas, la observación y el aprendizaje desde la infancia vamos adquiriendo conocimientos y actitudes que obedecen al ideal hegemónico maternal.
Sitúa a la maternidad en el centro vital de toda mujer y, a la vez, invisibiliza las experiencias de “otras maternidades” y “no-maternidades” que conforman prácticas alternativas y contra hegemónicas.
En el caso de “otras maternidades” me refiero a expresiones de distintas formas de ejercer la maternidad en la vida cotidiana como la maternidad en los procesos de adopción que rompe con el ideal de maternidad biológica, la maternidad en solitario que cuestiona la institución del matrimonio, las maternidades tardías que van en contra de las condiciones idóneas para la procreación o las lesbomaternidades que proponen experiencias por fuera de las nociones heteropatriarcales.
Todas ellas rechazadas por el ideal hegemónico maternal porque se salen del control del sistema patriarcal.
Y para quienes no somos madres (ya sea por elección o por circunstancias) este ideal nos tacha muchas veces de “anormales”. Porque no seguir la norma nos coloca en el lugar de “las que están mal” y en el espacio de lo carente o lo inmaduro.
Y ¿de qué manera damos poder a este discurso en el ambiente laboral? a través de ideas y prejuicios que se manifiestan inconscientemente por medio del lenguaje.
Veamos algunos ejemplos:
Quienes son mamás reciben juicios como: “si tienes hijos entonces no te comprometes lo suficiente con tu trabajo”, “deberías prestarle atención a tus hijos”, “por qué trabajas, si no lo necesitas: podrías dedicarte solo a tus hijos”.
Quienes no somos mamás recibimos comentarios como: “vas en contra de tu naturaleza”, “dices que no quieres tener hijos porque estás joven pero cuando madures te vas a arrepentir”, “te vas a quedar sola”, “si no tienes hijos, entonces tu vida es muy fácil” o al pensar en quién podría quedarse a cubrir horas extra, asumir que debería de ser quien no tiene hijos.
Estos juicios detonan muchas emociones desagradables en quienes los reciben. Desde enojo, tristeza, miedo, culpa, vergüenza, inadecuación y el más aniquilante: el sentimiento de no ser suficiente.
Los comentarios basados en el ideal hegemónico maternal deterioran el rendimiento de las mujeres ya que hay que emplear nuestra energía en lidiar con comentarios excluyentes en lugar de enfocarnos en nuestros objetivos.