Porque la invisibilidad, ser anónimo, es el lugar donde aparecen la violencia, la desigualdad, la intolerancia, la brecha salarial, el machismo.
Y a pesar de los avances y logros alcanzados, como el derecho de la mujer en México a votar y ser votada (hace 75 años) o la modificación de la Constitución en 1974 para reconocer la igualdad jurídica entre mujeres y hombres, este 8 de marzo debemos vivirlo como un día de reivindicaciones para diseñar una sociedad mexicana feminista, libre e igualitaria. Y menos anónima.
Reivindicaciones, por supuesto, que no se dejen en el olvido los otros 364 días del año. Y que tampoco se queden en la teoría, porque bien es cierto que la equidad real dista mucho de aquella reconocida en las leyes.
Sobre el papel se defiende la igualdad laboral. La realidad es que la brecha salarial en México supera el 15%.
Sobre el papel se recoge el derecho a una vida libre de violencia. La realidad es que cada 24 horas 10 mujeres mexicanas son asesinadas.
Sobre el papel se insta a la participación de la mujer en la esfera política en igualdad de condiciones. La realidad es que poco más del 25% de los gobiernos y alcaldías del país están dirigidos por mujeres.
Y precisamente el reto que tenemos por delante como sociedad es no conformarnos con la igualdad legal (¡qué bonita queda sobre el papel!) sino con la igualdad real.
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¿Dónde poner el foco? Sin duda, aunque la equidad debe trabajarse de manera transversal en todos los ámbitos, hay cuatro aspectos que me resultan capitales para lograrlo. En primer lugar, la prevención como mejor vacuna contra una sociedad futura que perpetúe los patrones machistas actuales. Prevenir desde la educación a los niños, niñas y jóvenes mexicanos para inculcar valores como la tolerancia, el respeto y la igualdad de trato y oportunidades.
La inclusión es otra de las claves. Las desigualdades no desaparecerán si no fortalecemos el compromiso de toda la sociedad, mujeres y hombres juntos. Defiendo un feminismo inclusivo, que cuente con los hombres como aliados para acabar con la lacra de la violencia machista y la falta de equidad y corresponsabilidad en las tareas diarias.