Hoy nos atormentamos más gracias a que podemos admirar los bonitos videos de las mamás que en lugar de mandar galletas y juguitos hornean sus propias crackers y crean una obra de arte con el sándwich de jamón.
Pasamos mucho tiempo expuestas a modelos que recuperan su figura (esa que nosotras nunca tuvimos) en una semana después del parto y vemos a expertas en psicología infantil, haciéndonos sentir muy mal porque en lugar de 30 minutos nuestro hijo ve 3 horas de tele.
Y eso va para las que trabajan en la oficina y en casa.
Sin embargo, quienes tenemos un empleo formal que nos gusta, echamos una culpa distinta al costal: la de tener GANAS de abrir la computadora.
Hace un par de años, una de mis mejores amigas que dejó su carrera cuando nacieron sus hijas, me preguntó que cómo le hacía para no sentir culpa de irme (ja). Le habían ofrecido un empleo y quería tomarlo, pero le daba terror llevar a sus niñas a la guardería.
Mi consejo fue que basara cualquier decisión en la máxima de la maternidad: mamá feliz, bebé feliz. Y si bien esto es muy fácil de decir, hay tanta historia detrás de la abnegación maternal, que nos es difícil pensar diferente.
El tema de la culpa de la madre que trabaja es tal que hay encuestas, artículos, estudios y libros al respecto. Una investigación que me encanta es la de Kathleen McGinn, de Harvard Business School.
McGinn descubrió que tanto las hijas como los hijos de las madres que trabajan fuera crecen igual de felices que aquellos cuya madre se queda en casa. Y no solo eso: las hijas de las mamás empleadas tienen más posibilidades de conseguir un trabajo en el futuro (esto, incluso independientemente del nivel educativo de la madre), así como de supervisar a otros y de ganar más dinero.
“Tener una mamá empleada hace que las hijas piensen que el empleo y la maternidad son compatibles”, dice la investigadora.
En el caso de los hombres, la influencia es distinta. Los hijos de las madres que trabajan pasan 50 minutos más a la semana cuidando a miembros de su familia, tienen actitudes de género más equitativas y tienden a casarse con mujeres que trabajan.