La pandemia de COVID-19 desatada en marzo de 2020 solo puso más luz y claridad a lo que ya estaba ocurriendo: los cuidados son un problema social que históricamente resuelven las mujeres y las niñas, como pueden, con agravantes que tienen que ver con esas otras condiciones de exclusión que pesan sobre ellas, delegando, en ocasiones, las responsabilidades en otras mujeres más pobres o en situación de mayor vulnerabilidad.
Pero ¿qué son, en pocas palabras, los cuidados?
Para entender este asunto de los cuidados es necesario primero poner la idea del bien común en el centro, en donde lo colectivo ocupe el espacio que hoy tiene el individuo, poniendo lo humano en el centro de la vida y de la economía.
Los cuidados son todas aquellas actividades cotidianas que sostienen la vida, generan bienestar a las personas y se realizan en grandes cantidades, dentro y fuera de los hogares, en general de manera gratuita o mal remunerada, para que las personas (de todas las edades y condiciones) vivan bien y desarrollen sus capacidades. Estas actividades y tareas son realizadas de manera desproporcionada por las mujeres y las niñas.
La enorme cantidad de horas que las mujeres del país dedican a los cuidados, desde edades muy tempranas hasta muy tarde en sus vidas, impide su libre desarrollo, crecimiento y aprovechamiento de sus talentos en beneficio de sí mismas, pero también, de sus comunidades, de la sociedad y del país.
Por causa de la carga de trabajos de cuidado en los hogares, las mujeres de México tienen la tasa de incorporación al mercado laboral formal más baja de la región latinoamericana y la más alta en el mercado informal, provocando la extenuante situación de pobreza de tiempo que viven, así como las consecuencias negativas que esto tiene para el ejercicio de sus derechos.