La inmersión completa
Me gusta mucho el país, supongo que al ser española tengo un vínculo más emocional con él.
En retrospectiva, creo que el crecimiento de una persona no puede ser únicamente profesional y por eso me he aventurado a cambiar de entorno en formas tan drásticas.
Cuando decides moverte de un lado a otro, cuando te eligen para ir a otros lados por tus buenos resultados, eliges una vida de expatriado con todo lo que eso conlleva: extrañar a familiares, amigos, pero también conocer a tanta gente interesante que de otra forma no se hubiera atravesado en mi camino.
Los retos más grandes son los primeros tres meses de cambio. Duelen más, porque es el periodo en el que te ajustas a la nueva vida, incluso aunque soy una persona que trabaja muy bien el cambio.
En México, como en otros países, intento inmiscuirme en la vida diaria del lugar al que llego: asisto a festivales, tiendas, barrios populares en donde no hay extranjeros. Ésa es la mejor manera que he encontrado para establecer vínculos emocionales y encontrar qué tengo en común con gente que nunca imaginé conocer.
No puedes ser solo espectador en el país donde vas a vivir, por eso tienes que hacer una inmersión completa y también gracias a eso siempre me he sentido en casa, lo que está directamente conectado con mi trabajo porque como diseñadora incluso me ayuda a saber qué necesita la gente en su hogar y cómo se relacionan con su espacio y su familia.
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Este país no será el último en el que trabaje, lo tengo claro, aunque aún no sé a dónde me llevará el trabajo después. Lo que también tengo claro es que en mi equipo en México me suceda una persona local con gran entendimiento de lo que quiere la gente aquí.