Los prejuicios, los estereotipos, las dudas y el síndrome del impostor son obstáculos a los que las mujeres se enfrentan en su desarrollo profesional y comparten el mismo origen: los sesgos inconscientes.
Carlos Andrés Arango, consultor en equidad de género, mercado laboral y derechos humanos, los define como atajos mentales para denominar a una situación, persona o grupo.
“Los seres humanos definen a las personas, animales u objetos según lo que se ha enseñado o captado por las percepciones básicas como lo visto o escuchado, es decir, que se basan en prejuicios. Más que buenos o malos, son peligrosos y enemigos de la diversidad”, dijo en la plática ‘El camino a la diversidad’, que organizó BBVA.
Hay diferentes tipos de sesgos, señaló, sin embargo, los más comunes son el de afinidad, en el que las personas sienten mayor seguridad con personas que les resulten familiares o similares a sí mismos; el de belleza, que hace creer a la gente que ser hermoso es antónimo de ser inteligente y, por supuesto, el de género, que se basa en la creencia de que los hombres tienen mayores habilidades que las mujeres.
Y este fenómeno tiene mayor incidencia en sectores que por mucho tiempo fueron masculinizados acotando la presencia y participación de las mujeres, como el de la tecnología.