Las mujeres, la comunidad LGBT+, los padres de familia y las personas racializadas han notado los efectos de la crisis provocada por la pandemia en los centros de trabajo de forma más aguda. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) ya anunció que la llegada del nuevo coronavirus provocó un retroceso de una década en los avances de la mujer en la inclusión laboral. Esta profundización de los efectos económicos y laborales de COVID-19 se da en todo el mundo, pero, sobre todo, en los países emergentes.
“Hicimos una encuesta en varios países. Queríamos ver, en principio, cuáles eran los retos que tenían los trabajadores de estas comunidades. Lo que más nos impactó es que pensábamos que los retos iban a variar por geografía, pero no: son los mismos sin importar el país, pero sí se sienten de manera más aguda en las economías en desarrollo”, explica Ana Mendy, socia de la consultora McKinsey y coautora del informe ‘Los empleados más diversos son los que más luchan con los efectos del COVID-19; así es cómo las empresas pueden responder’.
Mendy, especialista en manejo de crisis, diversidad, inclusión y cultura y cambio organizacional, explica que las mujeres en particular, según los resultados de la encuesta que realizó la consultora, están más preocupadas por temas de salud física y mental y por la seguridad en el trabajo. “Mucho más que los hombres están sufriendo un aumento en la carga doméstica, el llamado doble turno sigue siendo un tema asociado a las mujeres. Y las mujeres en las economías emergentes tienen entre dos y tres veces más posibilidades de registrar desafíos que los hombres de países desarrollados”, señala. Una situación similar enfrentan, por ejemplo, las personas racializadas en Estados Unidos.