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Amor propio, responsabilidad nuestra

El aprendizaje que nos brinda la experiencia, y ojalá pudiera decir que lo aplico al 100% (por supuesto que no es así), es que el amor propio tiene que venir de nuestro interior.
vie 10 mayo 2024 06:05 AM
Amor propio, responsabilidad nuestra
Ámate con tus cualidades y defectos, con tu talento e inteligencia, con tus cicatrices, estrías, manchas y arrugas, cada una de ellas cuenta una historia de ti, historias que sólo tú conoces, que han enriquecido tu vida y te han hecho ser quien eres, apunta Verónica Salame.

Hola a todas y a todos mis lectores, aquí nuevamente su amiga cincuentona. Gracias infinitas por sus mensajes y sugerencias de temas.

En esta ocasión elegí compartir con ustedes un tema que, en verdad da para muchas pláticas, muchas colaboraciones y que genera opiniones muy diversas. Y es que creo que continuamos sin afrontar que nuestro amor propio (en muchos casos, no generalizo) pende de un frágil y delgado hilo, sostenido por el ‘cómo’ nos ven los demás. La aceptación social, la aceptación laboral, que mora hoy específicamente en las redes sociales.

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Nosotras las cincuentonas (y generaciones anteriores) teníamos la suerte de que sólo imaginábamos cómo nos veían los demás; claro, una práctica que tampoco era del todo saludable, porque la imaginación suele ser cruel. Pero, lo que me parece terrible con las redes, es la facilidad e inmediatez con la que cualquiera puede opinar o hacer una crítica desde el anonimato, y si no es desde la sombra, resulta muy conveniente y sencillo escribir en una pantalla, en lugar de decirlo cara a cara. Se perdió la valentía, se extravió el honor.

No sé por qué (o tal vez sí, pero aún quiero tener fe en la humanidad), la gente hoy en día se siente con el derecho y la autoridad moral de dar su opinión, de cualquier tema y aunque nadie la haya pedido. Y me refiero especialmente a opiniones personales: si eres guapa(o) o fea(o), si llegaste a la oficina con unos zapatos horribles; normalmente esas críticas vienen con etiqueta de ‘mala intensión’, y por lo regular provienen de personas que no se dejan ver, individuos e individuas en cuyos perfiles no encuentras fotografías de ellas(os); y en ese punto nos damos cuenta que son los complejos quienes redactaron ‘el comment’.

Pero, más allá del hecho, que ya en su naturaleza es totalmente reprobable, lo que más me sorprende es la saña con que la gente se maneja en redes; lo vemos mucho por ejemplo con los hijos de los famosos, los cibernautas no tiene ningún reparo ni mesura en insultar hasta el cansancio; escupen su veneno contra quien sea, considero y creo, producto de su propia insatisfacción. Antes pensaba que lo hacían desde la ignorancia, que soltaban comentarios a diestra y siniestra sin pensar en el daño que causan; hoy me retracto. Me he dado cuenta que es con toda la intención de herir, de lastimar, porque en cuanto los confrontas, reiteran. El que ‘x’ o ‘y’ persona sepa lo despreciable que les parece, es su premio.

Y seguimos descendiendo en el iceberg. Desde mi punto de vista y propia experiencia, el problema es mucho más profundo que un ‘simple’ deseo de fastidiar, por decir lo menos.

No sé si ustedes han notado un cambio drástico en la gente, en los compañeros del trabajo, a raíz de la pandemia; en lo personal, fui de las ingenuas que pensaron que tendríamos un cambio más espiritual, que al confrontarnos con nuestra inherente posibilidad de morir o de perder a gente querida, y claro, al reflexionar en nuestra efímera y frágil existencia, nos haría personas más empáticas. ¡Claro! Mucha gente cambió y se transformó en su mejor versión. Pero me parece que un alto porcentaje se volvió (auto)destructivo, intolerante, incendiario.

El aprendizaje que nos brinda la experiencia, y ojalá pudiera decir que lo aplico al 100% (por supuesto que no es así), es que el amor propio tiene que venir de nuestro interior, y si en la medida de lo posible evitamos darle importancia a la crítica, y por el contrario practicamos la total aceptación, seguiríamos sintiéndonos plenos, seguros y en paz, ¡te lo garantizo! Así nos viéramos ridículos a los ojos de las amigas, los compañeros, la propia familia o gente que ni conocemos.

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El camino de búsqueda (y hallazgo) del amor propio está en el espejo, no en las redes sociales. Validar y reconocer lo que vemos, incluyendo lo intangible y lo que no nos gusta tanto, porque ¿sabes? NADIE ES PERFECTO, ni tú, ni yo, y eso está bien, somos seres humanos.

Ámate con tus cualidades y defectos, con tu talento e inteligencia, con tus cicatrices, estrías, manchas y arrugas, cada una de ellas cuenta una historia de ti, historias que sólo tú conoces, que han enriquecido tu vida y te han hecho ser quien eres.

Deja el veneno de las redes sociales y a sus haters muy al margen de tu vida, que se vayan a rumiar amargura a otra parte. No bases tu autoestima en la opinión ni en el juicio. No les entregues tu poder. No permitas que tu felicidad dependa de la aceptación social, ni de las benditas redes. Es amor propio, y es responsabilidad nuestra.

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Nota del editor: Verónica Salame (Instagram @veronica_salame) es una activista social en pro de la igualdad de género, impulsora del proyecto MuXejeres. Miembro del Women International Zionist Organization (WIZO), ex presidenta de la mesa de consejo de Children International. Actualmente es directora de relaciones públicas de la Asociación Mexicana de Mujeres Jefas de Empresa (AMMJE). Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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