En México tenemos un sistema familiar de cuidados, en el que tres de cada cuatro personas cuidadoras son mujeres. Este sistema informal y arraigado a nuestra cultura pareciera ser efectivo, pero no para todas las personas que requieren cuidados. Además, funciona a costa de la salud y de la autonomía económica de millones de mujeres.
El sistema familiar de cuidados le cuesta caro a las mujeres
La semana pasada se publicó por primera vez la Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados (ENASIC) 2022 , en la que se midió la demanda de cuidados para cuatro grupos de personas: con discapacidad o dependencia, de cero a cinco años, de seis a 17 años y adultas mayores. Estos agrupan a poco más de 58 millones de personas, que equivalen a 45% de la población total.
Lo primero que me llamó la atención es que la demanda de cuidados está satisfecha para 64% de las personas que requieren cuidados. Sin embargo, esto cambia por grupo: mientras que la cobertura para las personas en la primera infancia –de cero a cinco años– es prácticamente total, solo 22% de adultos mayores están cubiertos.
¿Quién satisface esta demanda de cuidados? Principalmente las mujeres de la familia: las madres o las abuelas cuidan a nueve de cada 10 niños o adolescentes, así como las madres o las hijas cuidan a seis de cada 10 personas con discapacidad que reciben atención.
Destaca que hay hombres que se reconocen como cuidadores principales, lo cual es más frecuente para atender a personas adultas mayores (con 33% de cuidadores principales) o a quienes tienen alguna discapacidad o dependencia (20%). Sin embargo, reportan dedicar menos horas a estas actividades (31 horas semanales), en comparación con las mujeres (39 horas semanales).
Los centros de atención pueden ser una alternativa para que las y los familiares puedan compaginar los cuidados con otras actividades de su interés. No obstante, la población de 15 a 60 años pareciera estar dividida casi a la mitad entre estar de acuerdo o no en aprovechar este tipo de servicios. Del grupo que está a favor, considera que lo más importante es que los centros cuenten con personal capacitado, que ofrezcan buen trato y que tengan instalaciones seguras. Del grupo que no está a favor, más de 50% cree que el cuidado es responsabilidad de los familiares (madres o padres para cuidados infantiles, hijas o hijos para adultos mayores).
Las mujeres que cuidan invierten tiempo y esfuerzo, lo que repercute en su salud y en sus decisiones económicas. Según la encuesta, 39% de ellas se sienten cansadas, 32% duermen cada vez menos, 23% se sienten irritadas y 16% se sienten deprimidas. Estas prevalencias son mayores que las reportadas por los hombres que cuidan. A esto hay que sumarle que las mujeres tienen la mitad de las probabilidades de acceder a un empleo para generar sus propios ingresos en comparación con los hombres.
¿Qué hacer ante este panorama? Es cierto que el tema de cuidados no es tan atractivo como otros, pero nos concierne a todas las personas. Querida lectora o lector, este es un buen momento para reconocer que tú estás aquí gracias a los cuidados que tuvieron contigo, probablemente cuidas a alguien más y, en un futuro, necesitarás más cuidados.
Con esto en mente, vale la pena hablar de cuidados. No solo para valorar su importancia y dimensionar sus implicaciones, sino también para inclinar un poco la balanza, ya sea con acuerdos al interior del hogar o con políticas públicas que permitan romper barreras estructurales que nos han llevado a un sistema familiar de cuidados ineficiente que pone en desventaja a las mujeres.
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Nota del editor: Fátima Masse es Economista especializada en temas sociales. Síguela en Twitter como @Fatima_Masse . Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autora.
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