EM: Tienes un perfil multidisciplinario y con mucho peso político e influencia en la comunidad trans, pero también fuera de ella, ¿cómo fue el proceso para llegar a donde estás? ¿Qué obstáculos enfrentaste durante tu trayectoria profesional que te hayan marcado o exigido más?
OP: Nunca hubiera considerado tener un perfil político, pero sí te puedo decir que mi activismo tiene un problema: la misoginia de la cultura popular, porque lo único que le importa a la gente de la comunidad trans es su transición. A cada rato me preguntan sobre el niño que era o por qué decidí transicionar, nunca me preguntan a qué me dedico, qué proyecto traigo, al parecer lo único que les importa es que Ophelia es una persona trans.
Es raro de pensar que le asignen un valor a mi carrera y a mi existencia en función de que soy trans y no soy parte de las no diversidades o situaciones típicas; es la versión extendida de cómo a las morras en el cine les preguntan cómo actúan y mantienen su cuerpo bien y a los vatos no.
EM: ¿Existe un equilibrio entre el activismo y la vida profesional?
OP: No quiero negar la bandera trans, todo lo contrario, voy a conferencias de economía con la bandera LGBT en la mano, pero al parecer a la gente le escandaliza que las personas de la diversidad podamos hacer cualquier cosa.
Un acto que me marcó mi carrera fue lo de Starbucks (un barista del cadena la discriminó al escribir su nombre, deliberadamente, como si fuera masculino). Es triste pensar que, luego de una larga vida y luego de una carrera mediática, lo único que la gente tiene en mente sobre Ophelia es que un barista me dijo cosas en ese café, y claro que hay que hablar de eso, yo también convivo con eso porque soy activista y hay que hablar de eso, pero una es persona y tengo más inquietudes.
Me encantaría hablar sobre el avance de la diversidad gracias a la ciencia, vivimos en un mundo en el que la ciencia nos permite tener bebés de tres fuentes genéticas distintas, vivimos en un mundo donde podemos hacer trasplantes de útero y que incluso nos permite cuestionarnos qué es el género de verdad; pero empiezo a hablar de estas cosas y alguien más dice “sí, pero tiene falo”... ¿Por qué me reducen mi plática a nivel de kínder y crayolas? Definitivamente, lo más difícil de mi carrera es que la gente no lo supera (que sea trans), solo ven que un hombre no quiso ser hombre.
Es impresionante cómo puedes estar en un foro o simposio en las universidades top del país, con científicos que están trabajando al filo de la tecnología, y lo que les importa es que hay una persona trans; pero por eso no pierdo conciencia de que la esperanza de vida de la gente trans es de 35 años, la estadística de desempleo en gente trans es de 90%, el intento de suicido es de 41%, ¿dónde está el privilegio?