Alejandra Eme Vázquez, creadora, editora, docente e investigadora del cuidado, coincide en que el personaje de Carmen Mola traspone la historia de los pseudónimos, que han sido una opción precisamente para personas que sufren discriminación sistemática o cuya seguridad puede ser vulnerada por la publicación de algún escrito.
“Técnicamente no hay nada que les impida hacerlo [a hombres firmar como mujeres], pero no podemos dejar de señalar que el uso del pseudónimo ha sido utilizado predominantemente por mujeres para poder escribir y ser leídas”, afirma en entrevista con Expansión Mujeres.
Para ella, también resulta problemático que la editorial y los autores se prestaran a una estrategia mercadotécnica que incluyó declaraciones sobre quién era y qué hacía Carmen Mola, una supuesta madrileña de 48 años, profesora de matemáticas y quien -aseguraron los verdaderos autores- no era capaz de dar la cara al público porque se avergonzaba de que conocidos suyos supieran lo que era capaz de pensar (violencia explícita mediante asesinatos, desapariciones forzadas y secuestros) en sus libros 'La novia gitana', 'La red púrpura' y 'La nena'.
Pero el pseudónimo no lo es todo. Para Eme Vázquez, el problema es que muchas editoriales usan la escritura de mujeres como moneda de cambio en un mercado que ya celebra su incorporación o, por lo menos, ver sus nombres en los estantes de novedades o listas de premios literarios. Y en un contexto en el que muchas mujeres están eligiendo leer obras solo firmadas por otras mujeres.
“El problema es que es una mentira, un espejismo, porque sólo lo hacen cuando ven que es rentable. Y porque ésas no son medidas que de verdad nos ayuden. Puedes llenar tus listas de nombres de mujeres, pero si no entienden que es un problema estructural que ha impedido su libre crecimiento en la industria no servirá de nada”, dice.