El movimiento MeToo no solo sirvió para discutir sobre las prácticas que normalizaban la violencia sexual, sino que provocó que las mujeres se organizaran para exigir condiciones más justas y equitativas, explica Carolina Coppel, directora de cine y fundadora de Seminario12, un proyecto cultural que da cabida a distintos artistas para exposiciones y performance.
“Ahora ves a más mujeres como productoras y directoras en México, y eso se debe al movimiento de mujeres organizadas que ha logrado ocupar espacios que siempre fueron acaparados por los hombres, aunque a la fecha aún son mayoría”, dice la productora del documental ‘La Vocera’, que retrata la travesía de la zapatista Marichuy en su intento por formar parte de las y los candidatos presidenciales en las elecciones de 2018.
Según el más reciente Anuario Estadístico (2020) de Cine Mexicano del Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine), de cada 1,000 mujeres ocupadas en la cultura, 12 trabajan en cine y audiovisual y la proporción ha crecido desde hace 11 años. De 2010 a 2020, la contribución femenina representó 37% del total de personal involucrado en la industria. Producción fue el área donde mayor participación ha tenido, con 56%; dirección obtuvo 30%; guionismo 39%.
Coppel considera que organizaciones han presionado para que los equipos sean paritarios porque, en México, igual que en Estados Unidos, las mujeres solían trabajar en departamentos de diseño de vestuario, maquillaje y peluquería.
“Organizaciones como ‘ Ya es hora ’ o ‘Girls at Films’ dieron visibilidad a la disparidad de género en los equipos y eso ha permitido que más mujeres tengan más acceso a roles de dirección, producción y fotografía, donde siempre han destacado los hombres”, afirma.