“En Natura hemos estado muy cercanos en este tema. Con el tiempo vimos cómo en el mercado se busca blanquear, eliminar las arrugas, homogeneizar a la gente de acuerdo con estándares de belleza aspiracionales; por eso nosotros no vendemos productos que tengan una denominación como ésas, ni antiarrugas ni nada de aclaramiento”, dijo.
Ramos, incluso, decidió dejar de teñirse las canas. “Y no por eso dejo de cuidar mi cabello, porque en Natura tenemos una línea de productos para el cuidado de las canas, porque quiero verme bien, pero no ocultarlas”, sostiene. “Lo que estamos buscando es ser un poco más disruptivas, pensando en las personas que compran y venden para desarrollar nuestros productos. Son personas reales que son de una forma, no como la industria misma aspira a que sea su mercado. Por eso hablamos mucho más de la diversidad en nuestra publicidad, en la que también incluimos modelos hombres que deciden usar maquillaje o mujeres que pertenecen a distintos grupos étnicos”, agrega.
Además de las buenas intenciones, la inclusión también es rentable para la industria cosmética. “Antes de sacar Natura Faces, una submarca que tiene el foco la inclusión, hicimos estudios de mercado y la respuesta fue muy positiva. No había manera de negarse a entrar de lleno a este rubro”, afirma.
Sin embargo, la concepción ni producción de este tipo de productos no está ajena a los prejuicios de quienes los desarrollan. Natura decidió brindar información sobre qué es diversidad a toda la fuerza laboral, les ofreció también tomar talleres de sesgos inconscientes. “Hay una oportunidad de mercado. Además, hay una generación más joven que se está más informado sobre qué hay detrás del producto que consume y la discriminación de género definitivamente no es una bandera que queremos cargar”, apunta la directiva.