¿Qué barreras han enfrentado para implementar el programa en los reclusorios?
La primera barrera fue la percepción de que la rehabilitación en prisión debe centrarse solo en trabajo y oficios. Nos decían que la salud mental y emocional no era una prioridad. Pero los resultados nos han dado la razón: la estabilidad emocional es clave para una verdadera reinserción.
Otro reto ha sido demostrar que estos talleres no solo benefician a las mujeres, sino al sistema penitenciario en general. Cuando las participantes mejoran su bienestar emocional, disminuyen los conflictos dentro de los reclusorios. De hecho, el 90% de las mujeres que han participado en los talleres reportan sentirse más motivadas y haber mejorado sus relaciones tanto con sus compañeras como con las personas que las visitan. Poco a poco, las autoridades penitenciarias han visto el impacto y nos han permitido expandirnos a más reclusorios.
¿Cómo ha cambiado la convivencia entre las internas gracias al taller?
La cárcel es un espacio hostil, de supervivencia. Pero en el taller hemos visto cómo se generan redes de apoyo entre ellas. Pasan de la desconfianza al reconocimiento mutuo. Se escuchan, se validan.
Una participante nos dijo: “Nos enseñó a ser unidas y a quitarnos estereotipos”. Y eso, en un entorno que fragmenta y aísla, es revolucionario. Nos emociona ver cómo las mujeres se convierten en aliadas entre ellas. Es un cambio profundo en su forma de verse a sí mismas y de relacionarse con los demás. Si antes se veían como rivales o enemigas, ahora se ven como parte de una comunidad.
Más allá del aspecto emocional, ¿cómo impactan los talleres en la vida económica de las mujeres?
La independencia económica es clave para prevenir la violencia. Muchas de estas mujeres han dependido toda su vida de otras personas y, en muchos casos, esa dependencia las mantuvo atrapadas en situaciones de violencia. Cuando tienen acceso a un oficio y logran generar un ingreso propio, su perspectiva cambia.
El 95% de las mujeres que participan en nuestros talleres laborales usa el dinero que gana para apoyar a su familia. Además, el 68% de ellas tiene dependientes económicos y solo el 26% recibe apoyo financiero externo. Es fundamental seguir fortaleciendo estos programas, porque la reinserción real no solo ocurre cuando salen de prisión, sino cuando tienen opciones para no volver.
¿Qué técnicas de introspección y sensibilización utilizan en el taller para que las mujeres reconozcan la violencia en sus vidas?
Comenzamos con ejercicios de relajación para reducir la ansiedad y fomentar un ambiente seguro. Luego trabajamos con análisis de situaciones reales, desde manifestaciones sutiles de violencia hasta las más evidentes, lo que permite que cada mujer se identifique en distintos niveles. También realizamos debates grupales donde las participantes comparten sus experiencias y aprenden a nombrar lo que vivieron. Es impactante ver cómo muchas de ellas descubren por primera vez que fueron víctimas de violencia cuando creían que su historia era “normal”.
¿Cómo evalúan el impacto del programa y qué cambios han observado en las participantes?
Medimos el impacto con pruebas psicométricas antes y después del taller para evaluar niveles de ansiedad, autoestima y habilidades de regulación emocional.
También realizamos grupos focales en el que las participantes comparten sus experiencias y reflexionan sobre los cambios que han vivido. Al finalizar el taller, el 67% de las mujeres ha reducido significativamente su ansiedad, el 62% ha mejorado su capacidad para regular emociones y el 63% ha fortalecido su resiliencia. Pero más allá de estos indicadores, vemos cambios profundos en su actitud y seguridad personal. Muchas mujeres nos han dicho que, por primera vez en su vida, sienten que tienen derecho a vivir sin violencia.
¿Cuál es la visión a futuro de "Alzar la voz por todas"?
Hoy estamos en todos los reclusorios femeniles de la Ciudad y el Estado de México, pero queremos llegar a más entidades como Querétaro, Zacatecas y Coahuila. También estamos explorando formas de llevar el taller fuera de las cárceles, para que mujeres en riesgo de violencia puedan acceder a estas herramientas antes de que la historia se repita.
Nuestro sueño es que ninguna mujer tenga que levantar la voz por primera vez desde una celda. Queremos que estas herramientas lleguen a mujeres en comunidades vulnerables, a adolescentes en escuelas, a cualquier mujer que necesite reconstruirse antes de que sea demasiado tarde.