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El 60% de las mujeres en prisión vivió violencia: este taller rompe el ciclo

El 67% de las que lo tomaron redujeron su ansiedad, el 62% mejoraron su regulación emocional y el 63% fortalecieron su resiliencia. Una iniciativa que les da herramientas para reconstruir su historia.
mié 19 febrero 2025 05:44 AM
Alzar la voz por todas, el taller de La Cana para acompañar a mujeres privadas de su libertad en México
Alzar la voz por todas, el taller de La Cana para acompañar a mujeres privadas de su libertad en México

En México, la vida en prisión es un reflejo de lo que ocurre afuera, solo que más evidente. El encierro no empieza con la sentencia ni termina con la salida: es una historia que, para muchas, comenzó mucho antes, en casa, donde la violencia era parte del paisaje y en calles donde la vulnerabilidad tenía precio.

Más del 60% de las mujeres privadas de la libertad ha sido víctima de violencia antes de llegar a prisión, pero el sistema rara vez reconoce esta realidad. Adentro, la mayoría de las veces la rehabilitación sigue enfocada en trabajo y disciplina, dejando de lado la reconstrucción emocional y la posibilidad de narrarse desde otro lugar.

La Cana nació para cambiar esto. Lo que empezó como un emprendimiento social es hoy una organización que promueve la reinserción de mujeres en prisión a través de capacitación laboral, apoyo psicológico y herramientas que les permitan construir un futuro distinto. No se trata solo de enseñar oficios, sino de generar cambios de fondo: autonomía, autoestima y la capacidad de tomar decisiones propias. Dentro de sus iniciativas, Alzar la voz por todas es un taller que ofrece a las mujeres un espacio seguro para identificar patrones de violencia en sus vidas, fortalecer su autoestima y replantear su historia personal con nuevas herramientas.

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El programa, implementado en los reclusorios de Barrientos, Ecatepec y Neza Sur, dura 10 semanas y ha impactado a más de 500 internas. Los resultados reflejan su alcance: el 67% de las participantes redujo sus niveles de ansiedad, el 62% mejoró su regulación emocional y el 63% fortaleció su resiliencia. Pero más allá de los números, lo importante es lo que ocurre en ellas: la posibilidad de nombrar lo vivido, reconocerse en otras y entender que pueden construir un futuro sin violencia.

¿Cómo surgió la idea de crear "Alzar la voz por todas"?

Nos dimos cuenta de que la mayoría de las mujeres con las que trabajamos llegaron a prisión tras haber vivido violencia de género. Sus historias reflejaban abuso, abandono y una normalización de la violencia que les impidió ver señales de alerta. Cuando preguntábamos sobre sus antecedentes, muchas ni siquiera reconocían que lo que habían vivido era violencia. Fue un golpe de realidad: si no interveníamos, estos patrones se repetirían en sus hijas e hijos. Así que diseñamos un taller en el que pudieran reconocer la violencia, entender su valor y empezar a reescribir su historia.

¿Qué impacto ha tenido el taller en las participantes?

El cambio es enorme. Al terminar las sesiones, el 67% de las mujeres reporta menos ansiedad, el 62% mejora su regulación emocional y el 63% fortalece su resiliencia. Pero más allá de los números, lo más importante es escuchar cómo ellas mismas lo expresan. Una mujer nos dijo: “Cada una perdió el temor de hablar. Aprendimos a pensar por nosotras mismas”. Otra contó que gracias al taller tuvo el valor de salir de una relación violenta. Nosotras podemos medir datos, pero el impacto real está en la voz de cada una de ellas.

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¿Qué barreras han enfrentado para implementar el programa en los reclusorios?

La primera barrera fue la percepción de que la rehabilitación en prisión debe centrarse solo en trabajo y oficios. Nos decían que la salud mental y emocional no era una prioridad. Pero los resultados nos han dado la razón: la estabilidad emocional es clave para una verdadera reinserción.

Otro reto ha sido demostrar que estos talleres no solo benefician a las mujeres, sino al sistema penitenciario en general. Cuando las participantes mejoran su bienestar emocional, disminuyen los conflictos dentro de los reclusorios. De hecho, el 90% de las mujeres que han participado en los talleres reportan sentirse más motivadas y haber mejorado sus relaciones tanto con sus compañeras como con las personas que las visitan. Poco a poco, las autoridades penitenciarias han visto el impacto y nos han permitido expandirnos a más reclusorios.

¿Cómo ha cambiado la convivencia entre las internas gracias al taller?

La cárcel es un espacio hostil, de supervivencia. Pero en el taller hemos visto cómo se generan redes de apoyo entre ellas. Pasan de la desconfianza al reconocimiento mutuo. Se escuchan, se validan.

Una participante nos dijo: “Nos enseñó a ser unidas y a quitarnos estereotipos”. Y eso, en un entorno que fragmenta y aísla, es revolucionario. Nos emociona ver cómo las mujeres se convierten en aliadas entre ellas. Es un cambio profundo en su forma de verse a sí mismas y de relacionarse con los demás. Si antes se veían como rivales o enemigas, ahora se ven como parte de una comunidad.

Más allá del aspecto emocional, ¿cómo impactan los talleres en la vida económica de las mujeres?

La independencia económica es clave para prevenir la violencia. Muchas de estas mujeres han dependido toda su vida de otras personas y, en muchos casos, esa dependencia las mantuvo atrapadas en situaciones de violencia. Cuando tienen acceso a un oficio y logran generar un ingreso propio, su perspectiva cambia.

El 95% de las mujeres que participan en nuestros talleres laborales usa el dinero que gana para apoyar a su familia. Además, el 68% de ellas tiene dependientes económicos y solo el 26% recibe apoyo financiero externo. Es fundamental seguir fortaleciendo estos programas, porque la reinserción real no solo ocurre cuando salen de prisión, sino cuando tienen opciones para no volver.

¿Qué técnicas de introspección y sensibilización utilizan en el taller para que las mujeres reconozcan la violencia en sus vidas?

Comenzamos con ejercicios de relajación para reducir la ansiedad y fomentar un ambiente seguro. Luego trabajamos con análisis de situaciones reales, desde manifestaciones sutiles de violencia hasta las más evidentes, lo que permite que cada mujer se identifique en distintos niveles. También realizamos debates grupales donde las participantes comparten sus experiencias y aprenden a nombrar lo que vivieron. Es impactante ver cómo muchas de ellas descubren por primera vez que fueron víctimas de violencia cuando creían que su historia era “normal”.

¿Cómo evalúan el impacto del programa y qué cambios han observado en las participantes?

Medimos el impacto con pruebas psicométricas antes y después del taller para evaluar niveles de ansiedad, autoestima y habilidades de regulación emocional.

También realizamos grupos focales en el que las participantes comparten sus experiencias y reflexionan sobre los cambios que han vivido. Al finalizar el taller, el 67% de las mujeres ha reducido significativamente su ansiedad, el 62% ha mejorado su capacidad para regular emociones y el 63% ha fortalecido su resiliencia. Pero más allá de estos indicadores, vemos cambios profundos en su actitud y seguridad personal. Muchas mujeres nos han dicho que, por primera vez en su vida, sienten que tienen derecho a vivir sin violencia.

¿Cuál es la visión a futuro de "Alzar la voz por todas"?

Hoy estamos en todos los reclusorios femeniles de la Ciudad y el Estado de México, pero queremos llegar a más entidades como Querétaro, Zacatecas y Coahuila. También estamos explorando formas de llevar el taller fuera de las cárceles, para que mujeres en riesgo de violencia puedan acceder a estas herramientas antes de que la historia se repita.

Nuestro sueño es que ninguna mujer tenga que levantar la voz por primera vez desde una celda. Queremos que estas herramientas lleguen a mujeres en comunidades vulnerables, a adolescentes en escuelas, a cualquier mujer que necesite reconstruirse antes de que sea demasiado tarde.

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