Si EE.UU. llevara a cabo una expulsión masiva de mujeres migrantes, ¿qué impacto tendría en estos sectores?
Sería devastador. Muchos de estos trabajos han sido sostenidos con mano de obra migrante durante décadas. Sin ellas, los costos laborales aumentarían y los sectores que dependen de su trabajo enfrentarían crisis. En el caso de los cuidados, por ejemplo, el déficit de trabajadoras afectaría directamente a familias estadounidenses que dependen de ellas para cuidar a sus hijos o a sus mayores. También habría un impacto en la agricultura: el campo estadounidense sin trabajadoras migrantes perdería competitividad. Y a esto se suma el impacto en México y otros países de origen, que dependen en gran medida de las remesas enviadas por estas trabajadoras.
A nivel económico, ¿cuál es el dilema que enfrenta EE.UU. en torno a las mujeres migrantes?
EE.UU. enfrenta una disyuntiva entre su retórica política y su necesidad económica. Políticamente, los discursos antimigrantes intentan cerrar fronteras y reducir la migración. Pero, económicamente, el país depende de esta fuerza laboral. Regularizar a estas trabajadoras significaría darles acceso a derechos y mejores condiciones, pero también implicaría mayores costos para los empleadores. El modelo actual, aunque injusto, ha permitido a ciertos sectores operar con costos laborales más bajos.
¿Cuál es el costo para EE.UU. si decidiera reemplazar a las trabajadoras migrantes con fuerza laboral documentada?
Sería altísimo. Para empezar, tendrían que encontrar y capacitar nuevas trabajadoras. Pero más allá de eso, tendrían que ofrecer condiciones laborales más formales, lo que implica salarios más altos, seguridad social, beneficios y estabilidad. Eso incrementaría los costos de sectores que históricamente han operado con mano de obra mal pagada y en condiciones precarias. También habría un costo de implementación: regularizar masivamente implicaría una gran inversión en infraestructura migratoria y burocrática.
Se ha hablado de modelos de migración circular, donde las personas puedan trabajar temporalmente y luego regresar a sus países. ¿Podría ser una solución viable?
Sí, y de hecho, hasta hace 15 o 20 años la migración entre México y EE.UU. era más circular. Muchas personas iban a trabajar por temporadas y regresaban. Pero el cierre de fronteras ha convertido a los migrantes en residentes forzosos, porque una vez que cruzan, ya no pueden ir y venir con facilidad. Si EE.UU. quisiera reconstruir un esquema de migración temporal, necesitaría acuerdos bilaterales, procesos administrativos claros y mecanismos para evitar la explotación laboral.
¿Qué impacto tiene la migración en las mujeres que trabajan en el campo, particularmente en el sector agrícola?
Es un sector en el que muchas mujeres tienen habilidades específicas, adquiridas a lo largo de generaciones. La idea de que el trabajo agrícola es "mano de obra no calificada" es un mito. Muchas trabajadoras han aprendido técnicas específicas de cosecha, selección y procesamiento de productos. Además, enfrentan un doble reto: no solo trabajan en condiciones precarias, sino que también asumen el peso de los cuidados en sus propias familias, muchas veces a la distancia.
Mencionaste que las mujeres migrantes tienen un impacto no solo en EE.UU., sino también en sus países de origen. ¿Cómo afecta esto a México?
Las remesas enviadas por mujeres migrantes han cambiado la dinámica económica y social en muchas comunidades de México. Más mujeres están logrando autonomía económica, lo que transforma relaciones de poder en sus familias. En algunos casos, vemos que sus parejas terminan asumiendo roles de apoyo en el hogar. Pero también hay un costo: muchas mujeres han tenido que dejar a sus hijos en manos de otros familiares para poder trabajar en EE.UU., lo que genera nuevas formas de desigualdad y retos familiares.
¿Cómo podemos cambiar la narrativa para reconocer el valor de las mujeres migrantes y su impacto en la economía?
Primero, necesitamos desafiar los mitos sobre la migración, como la idea de que los migrantes son una carga. Segundo, hay que visibilizar sus historias y aportes. No solo son trabajadoras esenciales; también son madres, lideresas comunitarias y motores de cambio. Finalmente, necesitamos políticas públicas que las reconozcan y protejan. Regularizar su estatus, mejorar sus condiciones laborales y garantizar su acceso a derechos no solo es lo justo, sino que también es lo económicamente inteligente.