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"EU las necesita, pero el relato dominante las trata como un problema"

Aunque las mujeres migrantes sostienen sectores clave, la narrativa dominante minimiza su impacto. Se les presenta como una carga, ignorando su papel esencial en la economía y el bienestar social.
lun 10 febrero 2025 05:23 PM
Sin ellas, Estados Unidos se detiene: el rol clave de las mujeres migrantes en la economía
Alejandra Haas, titular de OXFAM México, organización que combate la desigualdad y la pobreza mediante justicia económica, género y fiscal.

Las mujeres migrantes no aparecen en los discursos oficiales, pero sostienen la economía de Estados Unidos. Son fuerza de trabajo en la agricultura, la construcción, el hogar y el sector servicios. Su labor es esencial, pero sigue siendo invisible en el debate público.

En un mundo donde la migración se debate como problema, Alejandra Haas, directora de Oxfam México, lanza una advertencia clara: expulsarlas sería un golpe devastador para EE.UU. y para México. Porque ellas no son una carga; son una inversión en el futuro. Pero para que eso se entienda, hay que cambiar la narrativa. Hay que contar sus historias.

Este artículo busca poner en el centro esa discusión. Analiza las consecuencias económicas de las políticas migratorias, desmonta mitos sobre el papel de las mujeres migrantes y plantea por qué redefinir su lugar en la sociedad es clave para construir políticas más justas y eficaces.

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Las mujeres migrantes son esenciales en la economía de Estados Unidos, pero la narrativa dominante las invisibiliza. ¿Por qué crees que ocurre esto?

Creo que hay una combinación de factores históricos y políticos. Muchas de las labores que realizan las mujeres migrantes —como el trabajo doméstico, los cuidados o la agricultura— han sido históricamente subvaloradas. Además, hay una narrativa dominante que asocia la migración con carga social, en lugar de reconocerla como inversión y contribución económica. Esa falta de visibilidad es un reflejo de cómo estructuramos nuestras economías y políticas laborales, donde el trabajo femenino, y más aún el de las mujeres migrantes, sigue siendo tratado como una externalidad.

Se habla mucho de la contribución económica de los migrantes en general, pero poco del impacto específico de las mujeres. ¿Cómo cambia la ecuación económica cuando hablamos de ellas?

Las mujeres migrantes no solo generan ingresos en Estados Unidos, sino que además sostienen economías familiares en sus países de origen a través de remesas. Son parte de lo que llamamos cadenas o redes globales de cuidado: dejan a sus propias familias para cuidar a otras, trabajando en hogares, hospitales y guarderías. También son esenciales en sectores que van desde la agricultura hasta la hostelería. Entonces, su aporte no solo es laboral y económico, sino que tiene un impacto social profundo tanto en EE.UU. como en los países de origen.

¿Qué sectores en EE.UU. dependen especialmente del trabajo de mujeres migrantes?

Históricamente, el sector agrícola ha sido uno de los más dependientes de la mano de obra migrante, incluyendo a muchas mujeres. Luego están los servicios de cuidado: guarderías, hospitales, residencias para adultos mayores, trabajo doméstico. También están en la industria hotelera, restaurantera y en la construcción, un sector en el que su participación ha crecido en los últimos años. Son sectores que requieren habilidades que no siempre se pueden automatizar, y en los que las mujeres migrantes han construido trayectorias laborales incluso sin un estatus migratorio regular.

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Si EE.UU. llevara a cabo una expulsión masiva de mujeres migrantes, ¿qué impacto tendría en estos sectores?

Sería devastador. Muchos de estos trabajos han sido sostenidos con mano de obra migrante durante décadas. Sin ellas, los costos laborales aumentarían y los sectores que dependen de su trabajo enfrentarían crisis. En el caso de los cuidados, por ejemplo, el déficit de trabajadoras afectaría directamente a familias estadounidenses que dependen de ellas para cuidar a sus hijos o a sus mayores. También habría un impacto en la agricultura: el campo estadounidense sin trabajadoras migrantes perdería competitividad. Y a esto se suma el impacto en México y otros países de origen, que dependen en gran medida de las remesas enviadas por estas trabajadoras.

A nivel económico, ¿cuál es el dilema que enfrenta EE.UU. en torno a las mujeres migrantes?

EE.UU. enfrenta una disyuntiva entre su retórica política y su necesidad económica. Políticamente, los discursos antimigrantes intentan cerrar fronteras y reducir la migración. Pero, económicamente, el país depende de esta fuerza laboral. Regularizar a estas trabajadoras significaría darles acceso a derechos y mejores condiciones, pero también implicaría mayores costos para los empleadores. El modelo actual, aunque injusto, ha permitido a ciertos sectores operar con costos laborales más bajos.

¿Cuál es el costo para EE.UU. si decidiera reemplazar a las trabajadoras migrantes con fuerza laboral documentada?

Sería altísimo. Para empezar, tendrían que encontrar y capacitar nuevas trabajadoras. Pero más allá de eso, tendrían que ofrecer condiciones laborales más formales, lo que implica salarios más altos, seguridad social, beneficios y estabilidad. Eso incrementaría los costos de sectores que históricamente han operado con mano de obra mal pagada y en condiciones precarias. También habría un costo de implementación: regularizar masivamente implicaría una gran inversión en infraestructura migratoria y burocrática.

Se ha hablado de modelos de migración circular, donde las personas puedan trabajar temporalmente y luego regresar a sus países. ¿Podría ser una solución viable?

Sí, y de hecho, hasta hace 15 o 20 años la migración entre México y EE.UU. era más circular. Muchas personas iban a trabajar por temporadas y regresaban. Pero el cierre de fronteras ha convertido a los migrantes en residentes forzosos, porque una vez que cruzan, ya no pueden ir y venir con facilidad. Si EE.UU. quisiera reconstruir un esquema de migración temporal, necesitaría acuerdos bilaterales, procesos administrativos claros y mecanismos para evitar la explotación laboral.

¿Qué impacto tiene la migración en las mujeres que trabajan en el campo, particularmente en el sector agrícola?

Es un sector en el que muchas mujeres tienen habilidades específicas, adquiridas a lo largo de generaciones. La idea de que el trabajo agrícola es "mano de obra no calificada" es un mito. Muchas trabajadoras han aprendido técnicas específicas de cosecha, selección y procesamiento de productos. Además, enfrentan un doble reto: no solo trabajan en condiciones precarias, sino que también asumen el peso de los cuidados en sus propias familias, muchas veces a la distancia.

Mencionaste que las mujeres migrantes tienen un impacto no solo en EE.UU., sino también en sus países de origen. ¿Cómo afecta esto a México?

Las remesas enviadas por mujeres migrantes han cambiado la dinámica económica y social en muchas comunidades de México. Más mujeres están logrando autonomía económica, lo que transforma relaciones de poder en sus familias. En algunos casos, vemos que sus parejas terminan asumiendo roles de apoyo en el hogar. Pero también hay un costo: muchas mujeres han tenido que dejar a sus hijos en manos de otros familiares para poder trabajar en EE.UU., lo que genera nuevas formas de desigualdad y retos familiares.

¿Cómo podemos cambiar la narrativa para reconocer el valor de las mujeres migrantes y su impacto en la economía?

Primero, necesitamos desafiar los mitos sobre la migración, como la idea de que los migrantes son una carga. Segundo, hay que visibilizar sus historias y aportes. No solo son trabajadoras esenciales; también son madres, lideresas comunitarias y motores de cambio. Finalmente, necesitamos políticas públicas que las reconozcan y protejan. Regularizar su estatus, mejorar sus condiciones laborales y garantizar su acceso a derechos no solo es lo justo, sino que también es lo económicamente inteligente.

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