¿Qué papel juegan las mujeres migrantes en la economía estadounidense?
Lo hacemos todo. Desde los campos de cultivo hasta los hospitales. Sin nosotras, las cosechas no llegan a los supermercados. Sin nosotras, los niños de muchas familias ricas no tienen quién los cuide. Sin nosotras, los hoteles no se limpian, las oficinas no están listas al amanecer, los ancianos no tienen quién los atienda. Somos la base silenciosa de este país. Y el problema es que nos ven como piezas reemplazables. Como si pudieran sacarnos y traer a otras en nuestro lugar. Pero no entienden que no se trata solo de llenar vacantes. Nosotras hemos construido comunidades, hemos aprendido, hemos crecido dentro de este sistema. No se puede simplemente eliminar a millones de mujeres y esperar que todo siga igual.
¿Crees que el gobierno tiene un plan para reemplazarlas?
No, y por eso no lo harán. Porque saben que nos necesitan. Si de verdad quisieran reemplazarnos, ya habrían diseñado un plan con trabajadores con visas temporales, con mejores salarios, con mejores condiciones. Pero no lo han hecho. Porque la verdad es que nos quieren aquí, pero en las sombras. Nos quieren trabajando, pero sin derechos. Nos quieren produciendo, pero sin exigir nada. Y nosotras sabemos que eso no es justo. No hemos venido solo a sobrevivir, hemos venido a construir vidas. Y no nos pueden borrar así de fácil.
¿Cómo organizan la resistencia desde la comunidad migrante?
Con redes de apoyo. Con información. Con acompañamiento. Nosotras no nos quedamos de brazos cruzados esperando a ver qué pasa. Nos preparamos, nos ayudamos entre nosotras. Existen abogados, activistas, grupos comunitarios que se han organizado para responder. Pero lo más importante es que no nos dejamos caer en el miedo. Porque el miedo paraliza, y si nos quedamos quietas, nos ganan. Yo siempre le digo a las mujeres que me llaman preocupadas: sigan adelante. No dejen que el miedo las borre.
¿Qué mensaje final le darías a quienes toman estas decisiones desde sus escritorios en Washington?
Que nos vean. Que nos escuchen. Que dejen de tratarnos como números y nos vean como lo que somos: trabajadoras, madres, sostén de familias y de este país. Que entiendan que sin nosotras esto no funciona. Que no pueden sacarnos sin que haya consecuencias. Y que si creen que nos vamos a quedar calladas, están muy equivocados.
¿Qué papel juega la fe y la comunidad en momentos como este?
Es fundamental. Muchas de nosotras venimos de países donde la fe es parte de nuestra identidad. En momentos de incertidumbre, nos aferramos a la esperanza, a la comunidad, a las redes de apoyo que hemos construido aquí. Sabemos que no estamos solas y que juntas podemos enfrentar cualquier obstáculo. No se trata solo de rezar y esperar, sino de seguir luchando con la confianza de que esto también pasará.
¿Cómo crees que los medios han influido en la percepción de esta amenaza?
A veces amplifican el miedo. Muchos medios repiten los discursos políticos sin contextualizar lo que realmente significa para nuestras comunidades. Hacen que parezca que la deportación masiva es inminente, cuando en realidad hay muchas barreras legales y logísticas para que eso ocurra. Es importante que la gente busque información confiable, que no se deje llevar por los titulares alarmistas y que se prepare con datos reales.