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"Cuando crees en una niña, le das permiso de soñar en grande"

Lorena Ochoa, leyenda del golf y referente mundial, dedica su vida a la filantropía. A través de la educación, impulsa a niñas en situación vulnerable a soñar en grande y cambiar su futuro.
vie 29 noviembre 2024 03:49 PM
Lorena Ochoa, campeona mundial de Golf

En una escuela en las afueras de Guadalajara, un grupo de niñas escucha con atención. Son pequeñas, apenas de seis o siete años, y en sus manos sostienen hojas con dibujos de sueños que no siempre se atreven a decir en voz alta. Una quiere ser astronauta, otra veterinaria, otra sueña con construir casas para que nadie más duerma en la calle. Mientras ellas dibujan, una voz suave pero firme interrumpe la dinámica: "No hay sueños demasiado grandes, ni metas imposibles. El golf me enseñó eso, y quiero que ustedes lo recuerden siempre”. La voz es la de Lorena Ochoa.

Ochoa, quien fuera la número uno del mundo en golf durante 158 semanas consecutivas, dejó los campos en 2010, pero no para detenerse. Desde entonces, ha dedicado su vida a transformar la realidad de niñas y niños en situación vulnerable. Su herramienta no es solo el golf, sino la educación. A través de su fundación, Lorena ha creado espacios donde las niñas pueden aprender, crecer y, sobre todo, soñar. “El golf me enseñó que los límites son mentales”, dice, “y quiero que ellas lo aprendan antes de que alguien les diga lo contrario”.

En el golf, las cifras son elocuentes. Apenas el 25% de los golfistas a nivel mundial son mujeres. En México, donde el deporte enfrenta barreras adicionales de acceso, las cifras son más bajas. Pero Lorena no mide su impacto en números; lo mide en sonrisas, en preguntas, en esas primeras veces en que una niña descubre que puede hacer algo que nunca imaginó.

En esta entrevista, Lorena reflexiona sobre su misión, su legado y lo que significa cambiar la vida de las niñas a través de la educación. Más allá del golf, su historia es la de una mujer que no dejó que los trofeos hablaran por ella, sino que decidió escribir una narrativa mucho más importante: la de abrir puertas para otras.

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¿Cómo surgió tu decisión de dedicarte a las niñas en situación vulnerable?Siempre supe que quería devolver algo a México, pero no tenía claro cómo. Cuando me retiré del golf, pasé mucho tiempo pensando en lo que realmente quería hacer. Me di cuenta de que las niñas, especialmente las que viven en contextos complicados, no solo necesitan educación, sino alguien que les diga: “Yo creo en ti, incluso cuando tú no puedas hacerlo”. Mi experiencia como deportista me enseñó que nadie llega solo a ningún lugar, y creo que eso aplica a la vida en general.

¿Por qué elegiste la educación como tu causa principal?Porque transforma vidas. Puedes dar comida, ropa o refugio, y esas cosas son necesarias, pero temporales. La educación se queda contigo para siempre. Es la herramienta que nivela las oportunidades y te da una voz. Yo tuve el privilegio de tener acceso a una buena educación, y sé que muchas niñas no lo tienen. Quiero cambiar eso.

¿Qué importancia tiene el golf en tu filantropía?El golf fue mi entrada al mundo, pero también mi maestro. Me enseñó disciplina, paciencia y cómo afrontar los desafíos. Esas lecciones las aplico en mi trabajo con las niñas. Además, a través del golf también mostramos que los deportes pueden ser una forma de abrir puertas y enseñarles que tienen derecho a ocupar espacios que históricamente les fueron negados.

¿Cómo trabajas el aspecto emocional con las niñas?Es un pilar fundamental en todo lo que hacemos. Muchas de ellas llegan con historias muy duras: violencia, abandono, inseguridad. Si no trabajamos primero en fortalecer su autoestima, lo demás no tiene tanto impacto. Por eso creamos el programa PAS (Psicología Autosustentable), donde les enseñamos a identificar sus emociones, a no temerlas y a manejarlas. A través de cuentos, dinámicas y ejercicios, les damos herramientas para procesar lo que sienten y enfrentarlo con valentía.

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¿Qué cambios ves en las niñas después de trabajar con ellas?Es mágico. Muchas llegan calladas, casi invisibles, como si ocupar espacio fuera algo prohibido para ellas. Pero cuando empiezan a confiar, sus miradas cambian. Se vuelven más seguras, levantan la mano, participan. Cuando ves que una niña se da permiso de soñar, sabes que algo dentro de ella ha cambiado para siempre.

¿Cómo lidias con la frustración de no poder llegar a todas las niñas que lo necesitan?Es difícil, pero aprendí a enfocarme en lo que sí podemos hacer. No podemos cambiar todo de un día para otro, pero cada niña que ayudamos es un paso hacia adelante. Me aferro a la idea de que el cambio empieza con una persona, y de ahí crece.

¿Qué significó para ti ser mujer en un deporte dominado por hombres?Fue desafiante. No solo tenías que demostrar que eras buena, tenías que ser mejor para ser tomada en serio. Al principio sentí mucha presión para encajar, para no fallar. Pero luego entendí que no tenía que demostrar nada a nadie más que a mí misma. El golf me enseñó que el verdadero éxito no está en el reconocimiento externo, sino en la paz interna de saber que diste lo mejor de ti.

¿Qué papel jugaron tus padres en tu camino?Ellos son la base de todo lo que soy. Mi mamá siempre tuvo una sensibilidad especial para ayudar a los demás. Era algo natural para ella, y creo que lo absorbí desde pequeña. Mi papá me enseñó disciplina, pero también a disfrutar el camino. Su apoyo incondicional me dio la fuerza para intentar cosas que parecían imposibles.

¿Qué significa para ti el miedo?El miedo siempre está ahí, pero aprendí a no verlo como un enemigo. Es una señal de que algo importa. Lo sentí muchas veces en mi carrera: antes de torneos, en momentos de presión, y también en este trabajo filantrópico. Pero el miedo también es un motor. Si lo usas bien, te empuja hacia adelante.

¿Qué haces cuando un proyecto no funciona como esperabas?Primero, acepto que no todo saldrá bien. Me doy permiso para sentir la frustración, pero no me quedo ahí. Me detengo a analizar qué salió mal y qué podemos aprender. Creo que los fracasos son parte de cualquier proceso, y si los enfrentas con humildad, siempre te enseñan algo valioso.

¿Qué significa el éxito para ti ahora?Antes lo medía en trofeos y rankings. Ahora lo mido en niñas que sonríen, que alzan la voz, que empiezan a creer en sí mismas. El éxito es saber que lo que hago está dejando algo positivo en el mundo, aunque sea pequeño.

¿Qué has aprendido de las niñas con las que trabajas?Me enseñaron que la esperanza siempre encuentra un lugar para crecer, incluso en los entornos más difíciles. Muchas de ellas enfrentan cosas que parecerían imposibles, pero siguen soñando. Esa fuerza me inspira y me recuerda que cada esfuerzo vale la pena.

¿Qué sueñas para las niñas de México?Sueño con un país donde cada niña tenga la oportunidad de aprender y soñar en grande. Un lugar donde no se vean limitadas por su género ni por las circunstancias en las que nacieron. Quiero que vivan sin miedo, con la certeza de que tienen derecho a ser lo que quieran ser.

¿Cuál sería el peor futuro para las niñas en México?Un futuro donde sigan teniendo miedo de soñar, de intentarlo, de fallar. Donde las oportunidades sigan siendo privilegios para unas pocas. Eso sería devastador, porque significaría que no hicimos lo suficiente.

¿Y el mejor futuro posible?Un México donde las niñas no solo sueñen, sino que tengan las herramientas y el apoyo para hacer esos sueños realidad. Donde el acceso a la educación, la seguridad y las oportunidades sea igual para todas. Eso es lo que me impulsa cada día.

¿Qué significa para ti la frase “dejar un legado”?El legado no está en lo que lograste para ti, sino en lo que dejas para los demás. Es abrir puertas para que las niñas que vienen detrás de ti tengan un camino más fácil, más libre. Si una niña puede soñar en grande porque vio que alguien como ella pudo hacerlo, entonces el círculo se completa.

Si pudieras hablar con la Lorena de 20 años atrás, ¿qué le dirías?Le diría que confíe más en sí misma. Que no tema a los errores, porque son parte del aprendizaje. Le diría que todo lo que está por venir —las victorias, los fracasos, los desafíos— valdrá la pena, porque al final encontrará un propósito mucho más grande que el golf.

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