Esperamos que nuestros jefes o jefas nos reconozcan los logros y nos den un aumento de salario en lugar de nosotras mismas salir a buscarlo por su propio valor. Evitamos postular a puestos de trabajo porque no creemos estar lo suficientemente preparadas para llevarlo adelante, mientras que los hombres, con las mismas habilidades y requisitos, se presentan sin dudarlo. Intentamos moderar nuestras respuestas o formas mientras negociamos, para que no nos perciban como “demasiado agresivas”.
En el libro "Women Don’t Ask: Negotiation and the Gender Divide", Linda Babcock y Sara Laschever resumen las fortalezas y áreas de oportunidad de las mujeres en dos puntos: tendemos a ser más colaborativas en las negociaciones, lo que puede conducir a soluciones más equitativas y sostenibles, pero nos cuesta -y mucho- iniciar negociaciones, lo que puede resultar en menores aumentos salariales y oportunidades de promoción.
Uno de los desafíos más grandes que enfrentan las mujeres en la negociación es el "backlash" o reacción negativa. Según un estudio publicado en el Journal of Applied Psychology, las mujeres que negocian de manera asertiva pueden ser percibidas negativamente por sus colegas, tanto hombres como mujeres. Este fenómeno crea una presión adicional para que las mujeres mantengan un equilibrio entre ser asertivas y agradables, lo cual no es una expectativa que generalmente se coloca sobre los hombres.