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¿Cuál es el costo de que los hombres rompan el pacto patriarcal?

El pacto patriarcal es el conjunto de prácticas reproducidas y protegidas por hombres y que provocan escenarios de subordinación de las mujeres.
lun 06 diciembre 2021 06:06 AM
¿Cuál es el costo de que hombres rompan el pacto patriarcal?
¿Cuál es el costo de que hombres rompan el pacto patriarcal?

Si eres hombre y sabes qué es el pacto patriarcal, seguramente también eres consciente del costo que implica romperlo.

El pacto patriarcal es un conjunto de prácticas y representaciones simbólicas que son reproducidas y protegidas por hombres y que provocan una circunstancia de subordinación de las mujeres hacia ellos. Y es pacto, porque se ejerce entre iguales (es decir, entre hombres), explica en su obra Celia Amorós, escritora y teórica del feminismo.

¿Quién forma parte del pacto patriarcal? Para Amorós, todas aquellas personas que fueron socializadas y educadas con base en estereotipos de género, aunque particularmente los hombres.

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Mauricio Ariza, manager de diversidad e inclusión de EY y miembro del consejo consultivo de Gendes para México -una organización de la sociedad civil especializada en el trabajo con hombres-, explica que las masculinidades tóxicas o hegemónicas son responsables de mantener el pacto patriarcal.

Este tipo de masculinidad se caracteriza por pretender dominar a grupos de poblaciones distintos y ponerlos en situación de vulnerabilidad para que su hegemonía permanezca intacta, señala.

Intentar romper el pacto no es sencillo. Luis Castrillón, periodista independiente, comparte su experiencia. “Entiendo por pacto patriarcal esta situación en la que los hombres, ya sea de manera inconsciente o consciente, abusamos de los privilegios que tenemos y recurrimos a esta figura supuesta de poder que se nos ha dicho que tenemos que ejercer en beneficio de nosotros mismos”, dice.

Castrillón lo ha visto reflejado en prácticas como ocultar cuando un amigo comete un abuso en contra de una mujer con el fin de guardar el secreto para que no pase nada.

Según Ariza, las consecuencias del ejercicio de estas masculinidades se dan en todas las esferas de la vida de las personas, pues éstas afectan a mujeres, pero también a hombres.

“Hay ocasiones en que observamos cómo responden los hombre en un clima de violencia y, por ejemplo, si un hombre quiere denunciar una actitud o acción en torno al sexismo es difícil por el rechazo que provocaría entre ‘sus iguales’ y entonces mejor no lo hacen”, afirma.

Sostiene que estos hombres no quieren ser percibidos como sensibles y en otras ocasiones tampoco asumir el costo de romper con el pacto patriarcal.

En el sector privado, advierte Ariza, que un hombre decida señalar conductas y ejercicios violentos o sexistas de sus compañeros, amigos o superiores, puede provocar la pérdida de oportunidades laborales como ascensos o nuevos proyectos, así como ser segregado de los círculos de networking en donde suelen tomarse decisiones laborales fuera del trabajo.

Diego Ilinich Matus Ortega, jefe de proyecto en el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación y que ahora imparte cursos sobre masculinidades y diversidad para el Instituto Nacional de Formación Política a través de la Comisión de Diversidad Sexual, señala que uno de los costos más difíciles de afrontar en los procesos de deconstrucción es el de reconocerse a sí mismo como un agresor, o como alguien que se ha beneficiado del pacto patriarcal a costa de mujeres que pueden conocer o no.

“En los cursos que impartimos algunos hombres aseguran que no forman parte del pacto, porque dicen que ellos nunca le han pegado a una mujer. Sin embargo, cuando reconocen estos actos de omisión o de aprovechamiento es duro para ellos aceptarlo; algunos reaccionan con culpa y otros simplemente no lo aceptan y continúan con los mismos patrones”, señala.

En el mismo sentido, Castrillón explica que la fase de reconocimiento inicia desde comprender qué es el pacto y cómo está afectando sus relaciones afectivas, laborales, de familia. “Eso para mí es nuevo, porque crecí en un contexto patriarcal y me he sorprendido por haber hecho cosas horribles, que ahora entiendo que estuvieron mal y no volverían a suceder”, dice.

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¿Cómo romper el pacto?

Castrillón reconoce como un esfuerzo primario y muy eficaz hablar con los amigos con los que comparte grupos de mensajería para que, por ejemplo, no compartan imágenes de mujeres desnudas. “Además de que ya me parece un exceso la hipersexualización, he platicado con ellos sobre que muchas veces no sabemos ni siquiera cuál es el origen de una imagen, no sabemos si es una mujer que dio su consentimiento o el caso de otra persona que no lo dio”, dice en referencia a las víctimas de violencia digital, que ya está penada en México desde 2020 gracias a la Ley Olimpia.

También recomienda establecer canales de confianza para que puedan discutir entre amigos y conocidos sobre sexualidad y de prácticas sexuales distintas a las heterosexuales.

Asimismo, ponderar el valor personal que tiene una persona que siga ejerciendo violencias como parte del pacto patriarcal, para en determinado momento -y con base en la gravedad de lo que haya hecho- decidir no mantener ese vínculo o enfrentarlo para que exista un resarcimiento de daños y un proceso de deconstrucción colectivo.

“Hay amigos que forman parte de esos momentos importantes de la vida, pero después te das cuenta que su forma de actuar es reprobable y te tienes que enfrentar con el riesgo de que vas a perder amistades entrañables. Es difícil cuantificar el costo de perder una relación así”, sostiene.

Para Ariza no hay una fórmula definitiva, sino una serie de acciones en distintos contextos. Por ejemplo, en los centros de trabajo es necesario crear y darle difusión a protocolos en caso de que alguien ejerza acoso sexual u hostigamiento porque, afirma, si no conocen mecanismos de denuncia, aunque deseen hacerlo no se va a materializar un señalamiento sin certeza.

También recomienda trabajar en la cultura laboral que permea en México y cambiar los sesgos no sólo derivados del sexismo de las personas, sino de la misma cultura que existe alrededor de la competencia.

“En los trabajos siempre se ve como fortaleza que para competir se aplaste o se maltrate a los demás, porque la productividad lo justifica todo. Y eso deriva en otras problemáticas como que hombres sólo le den oportunidades a otros con los que se identifica y dejen fuera a mujeres capaces. O se le da prioridad aquellos que por poner el trabajo primero, no atienden sus deberes en el hogar”, asegura.

Matus Ortega menciona que una práctica útil surgida a raíz de los talleres de sensibilización sobre masculinidades es que ellos mismos salen con el compromiso de realizar tres acciones específicas. “Por ejemplo, todos se comprometieron a señalar a cualquier militante que incurra en prácticas violentas”, explica.

Puntaliza que estas acciones se establecen con base en las acciones que ellos mismos han identificado sobre sí mismos.

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SexismoMujeresViolencia de género

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