Mauricio Ariza, manager de diversidad e inclusión de EY y miembro del consejo consultivo de Gendes para México -una organización de la sociedad civil especializada en el trabajo con hombres-, explica que las masculinidades tóxicas o hegemónicas son responsables de mantener el pacto patriarcal.
Este tipo de masculinidad se caracteriza por pretender dominar a grupos de poblaciones distintos y ponerlos en situación de vulnerabilidad para que su hegemonía permanezca intacta, señala.
Intentar romper el pacto no es sencillo. Luis Castrillón, periodista independiente, comparte su experiencia. “Entiendo por pacto patriarcal esta situación en la que los hombres, ya sea de manera inconsciente o consciente, abusamos de los privilegios que tenemos y recurrimos a esta figura supuesta de poder que se nos ha dicho que tenemos que ejercer en beneficio de nosotros mismos”, dice.
Castrillón lo ha visto reflejado en prácticas como ocultar cuando un amigo comete un abuso en contra de una mujer con el fin de guardar el secreto para que no pase nada.
Según Ariza, las consecuencias del ejercicio de estas masculinidades se dan en todas las esferas de la vida de las personas, pues éstas afectan a mujeres, pero también a hombres.
“Hay ocasiones en que observamos cómo responden los hombre en un clima de violencia y, por ejemplo, si un hombre quiere denunciar una actitud o acción en torno al sexismo es difícil por el rechazo que provocaría entre ‘sus iguales’ y entonces mejor no lo hacen”, afirma.
Sostiene que estos hombres no quieren ser percibidos como sensibles y en otras ocasiones tampoco asumir el costo de romper con el pacto patriarcal.
En el sector privado, advierte Ariza, que un hombre decida señalar conductas y ejercicios violentos o sexistas de sus compañeros, amigos o superiores, puede provocar la pérdida de oportunidades laborales como ascensos o nuevos proyectos, así como ser segregado de los círculos de networking en donde suelen tomarse decisiones laborales fuera del trabajo.
Diego Ilinich Matus Ortega, jefe de proyecto en el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación y que ahora imparte cursos sobre masculinidades y diversidad para el Instituto Nacional de Formación Política a través de la Comisión de Diversidad Sexual, señala que uno de los costos más difíciles de afrontar en los procesos de deconstrucción es el de reconocerse a sí mismo como un agresor, o como alguien que se ha beneficiado del pacto patriarcal a costa de mujeres que pueden conocer o no.
“En los cursos que impartimos algunos hombres aseguran que no forman parte del pacto, porque dicen que ellos nunca le han pegado a una mujer. Sin embargo, cuando reconocen estos actos de omisión o de aprovechamiento es duro para ellos aceptarlo; algunos reaccionan con culpa y otros simplemente no lo aceptan y continúan con los mismos patrones”, señala.
En el mismo sentido, Castrillón explica que la fase de reconocimiento inicia desde comprender qué es el pacto y cómo está afectando sus relaciones afectivas, laborales, de familia. “Eso para mí es nuevo, porque crecí en un contexto patriarcal y me he sorprendido por haber hecho cosas horribles, que ahora entiendo que estuvieron mal y no volverían a suceder”, dice.