Paoloni, como muchas mujeres, tuvo que enfrentar el cambio de su aspecto físico luego de someterse a una masectomía y a tratamientos que incluyeron sesiones de quimio y radioterapia.
Cuando fue diagnosticada, en octubre de 2020, empezó de inmediato con el tratamiento que, después de dos semanas, le provocó la pérdida de cejas, pestañas y cabello, así como el cambio en la textura y color de su piel. “Si recibes radio, la zona afectada se quema y genera tanto dolor en el cuero cabelludo que por eso decidí raparme. Hay un cambio absoluto de todo el cuerpo”, afirma.
En un inicio le ofrecieron hacerle microblanding (técnica para el tatuado de cejas), pero decidió declinar la proposición. Tampoco optó por el uso de pelucas, que llegan a costar entre 10,000 y 30,000 pesos. En cambio sí se sintió más cómoda con las mascadas. Ahora que ya está fuera de peligro (aunque continuará en remisión por cinco años), comienza a considerar una cirugía para reconstruir el seno que le extirparon.
“Cuando salía a la calle me ponía pañuelos, pero por ser pandemia no viví eso de lo que tantas pacientes hablan, que es enfrentarte a las miradas de lástima de personas. Lo que sí es que piensas que no quieres que se te note el cáncer”, dice.
La Sociedad Americana de Cáncer advierte que la quimioterapia provoca alopecia o pérdida de cabello, pérdida de peso por la falta de apetito, aumento de peso por inflamación o irritación de la mucosa oral, lo que puede generar incomodidad para comer y tragar.
Parte de las campañas que empresas hacen en octubre, mes que busca concientizar a las personas sobre las ventajas de la detección temprana de este tipo de cáncer, se enfocan en ofrecer asistencia a las pacientes, pero que muchas veces se limita a la repartición de pelucas, maquillaje o cambios de look.