Lorena González, experta y consultora de Relaciones Públicas, asegura que haber mantenido a su hija de 11 años e hijo de 8 con educación a distancia ha sido un periodo de constante prueba-error. “Por un lado, he ahorrado mucho tiempo en traslados y todo el proceso (levantarse, vestirse, desayunar) para que estén listos rumbo a la escuela. Pero, por el otro, hubo que hacer de maestra, mamá, psicóloga, técnico de internet y ama de casa, además de tener que hacer mi trabajo profesional”, señala.
La demanda de seguimiento que requirió su hijo menor incrementó los niveles de estrés. “Para evitar altibajos en el trabajo, tuve que ser clara en decir: ‘Estoy trabajando, hagan de cuenta que no estoy’, pero es difícil cuando escuchas a lo lejos a la maestra preguntando por qué ya no ve a tu hijo en la cámara”, explica.
Salas reconoce que la experiencia ha provocado un impacto emocional enorme para sus hijos y para las familias completas que intentan sobrevivir todos los días cumpliendo exigencias laborales, atendiendo la casa y siendo el soporte al 100% de los pequeños sin ayudas externas.
“Mi mayor reto del confinamiento fue poder manejar mis tiempos y ser asertiva, entre la demanda de mis hijos en casa, hacer el trabajo del hogar y el gran reto laboral que tuvimos todos frente a la crisis sanitaria”, recuerda.
Lucia Orozco, quien es psicóloga y mamá de una niña de 4 años, asegura que los mayores retos que ella y su pareja fue que no consideran que estén capacitados para para darle la atención, el tiempo y la mejor calidad en el aprendizaje, tal como lo haría un especialista en pedagogía.
Las dificultades que comparten González, Orozco y Salas no son aisladas. De acuerdo con el Instituto Nacional de las Mujeres, las mamás que tenían un trabajo remunerado se enfrentaron a dobles o triples jornadas de trabajo, de las cuales sólo una era pagada, pero todas con un importante desgaste físico, psicológico y emocional, debido a que cerraron no sólo escuelas, sino estancias de cuidado o guarderías.
“El cierre tan prolongado de actividades no esenciales, de escuelas y guarderías son fenómenos que nunca se habían visto, y no solo han tenido un fuerte impacto económico y educativo, sino que al incrementar las labores de cuidados directos (cuidar de otras personas) e indirectos (suministro de alimentos, mantenimiento de vestuario, limpieza y mantenimiento del hogar, compras y administración del hogar) han tenido un impacto diferenciado y desproporcional que ha afectado principalmente las cargas de trabajo de las mujeres debido a los roles de género socialmente establecidos”, advierte el estudio ‘Madres Trabajadoras y COVID-19: Efectos de la pandemia en circunstancias de trabajo remoto en México’, que realizó el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.