Con el tiempo, esa convicción se transformó de pedir ocupar espacios a repensar de qué manera ocuparía ella los lugares a los que fuera llegando como mujer. “Esto que ella me dijo me quedó muy marcado, porque si conseguía un puesto más importante no sería la misma experiencia que si un hombre lo tuviera. Como mujeres solemos que pensar en otros factores, como iniciar o no una familia, vivir en pareja o no, e incluso en el mismo trabajo sentimos la necesidad de demostrar nuestra capacidad”, explica.
Las dinámicas laborales suelen ser un reflejo de cómo las personas llevan su vida personal, de los modelos que las rigen. Y crecer en un sector en el que la presencia ni la participación de las mujeres era mínima no fue fácil, según la directiva de Provenir. Porque, además, no había redes de apoyo con quienes compartir las experiencias que vivían las mujeres desde esos espacios marginados.
“Mi segunda mentora me dio un ejemplo de cómo resistir diariamente a los obstáculos que vivimos por ser mujer y además, ser una mujer joven en ascenso. Cómo se comportaba ella día a día me enseñó a entender que habría mucho llanto y era normal porque la frustración es mucha, sobre todo cuando tienes ideas que sacuden la forma de hacer las cosas en los centros de trabajo”, dijo.
A diferencia de sus amigas o mujeres en círculos en los que se desenvolvía, Herrera decidió dedicar tiempo al desarrollo de su carrera antes que ser mamá, hasta llegó ese momento en su vida y tuvo que adaptar muchas cosas a esa nueva etapa.
“Mi tercera mentora fue la CEO del banco en que trabajaba y me tocó cuando yo ya era mamá. Su acompañamiento fue primordial porque me enseñó sobre procesos profesionales, a establecer nuevos procesos a niveles más grandes, pero también sobre qué significa ser mamá trabajadora y cómo se logra un balance entre tu vida personal y tu vida profesional”.