Y de ahí, regresó a México para fundar su propia empresa a los 23 años, una agencia que otorgara un “servicio boutique”. En el primer año arrancó con un equipo de dos personas, que fue creciendo con el tiempo, al igual que los ingresos generados por la agencia, que en su segundo año triplicó la cifra de inversión original.
Martins señala que era consciente que no contaba con el skill set necesario para liderar la estrategia de la agencia que ella quería que fuera. Aun así, decidió dirigir el proyecto por completo e instruirse más en publicidad para productos de lujo y design thinking. Fue así que consiguió trabajar con marcas como Coach, Burberry y Flower Beauty, de la actriz Drew Barrimore.
“Yo iba a juntas y sí me tocó muchas veces que, como me veían mujer y joven, sí me preguntaban con escepticismo: ‘¿sólo vienes tú?’. De todas esas juntas salí con clientes o clientes potenciales con los que trabajé eventualmente, pero sí fue difícil”, dice.
Luego de cuatro años de operación, no hubo un punto de inflexión externo que la obligara a tomar la decisión de cerrar la agencia que fundó, pero después de reflexionar encontró que el modelo de negocios planteado con los inversionistas la dejaba a ella como total y entera responsable de todas las decisiones creativas y de tratos con clientes.
“Fue afortunado porque nadie me limitó en cuanto las propuestas que hice y ejecuté a clientes, pero desafortunado en cuanto en que no conté con un cofundador y sentía que iba sola en un avión sin copiloto. Supe que tenía que parar para aprender más de otras personas con más experiencia”, asegura.
Esa decisión la llevó a GAIA hace cinco años. Ahora, ella misma se considera una estratega de marca que busca crear experiencias disruptivas basadas en las necesidades de los consumidores.