Brown añade que este esquema permite la conciliación entre distintas partes involucradas (gobierno, empresarios), entiende mejor las consecuencias sociales de nuestras acciones y cómo se construye una comunidad. “En la medida en que empezamos a enfocar esfuerzos de manera territorial, la economía circular tiene más oportunidades, porque resulta incompatible con el modelo de producción acelerada en el que vivimos ahora. La pandemia puso sobre la mesa la necesidad de atender las necesidades a nivel comunidad”.
La Organización de las Naciones Unidas impulsa acciones a favor del desarrollo industrial sostenible, como el que propone la economía circular, y con mayor inclusividad para disminuir la pobreza. Ésta azota más a las mujeres: a finales de este año, por cada 100 hombres jóvenes que vivan en pobreza extrema, habrá 118 mujeres.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) realizó en 2020 el estudio sobre la economía circular en la región, en el que expone que, para pueda facilitarse la transición hacia este modelo, es indispensable que las tecnologías de la Industria 4.0 (internet de las cosas, acceso a datos en tiempo real y la introducción de los sistemas ciberfísicos) sean asequibles y estén disponibles a gran escala. De esa forma, se pueden adquirir habilidades en campos donde la participación de las mujeres sigue rezagada, como las áreas STEAM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés).
También es necesario incrementar los niveles de alfabetización digital en la región que busque iniciar con este modelo y nivelar la participación por género sobre el uso de la tecnología personal y las tasas de empleo.