Bumble, la app de citas, comenzó a cotizar en el Sistema Internacional de Cotizaciones (SIC) de la Bolsa Mexicana de Valores (BMV), dos meses después de su debut en el Nasdaq. Y ahora que parece ir viento en popa para la empresa que surgió en 2014, es pertinente recordar cómo un caso de acoso sexual provocó su origen. Whitney Wolfe es emprendedora, madre y millonaria, pero también fue víctima de acoso sexual en su antiguo trabajo, Tinder. Nueve años antes, ayudó a su exnovio y cofundador de la aplicación, Justin Meeten; incluso fue idea suya que se llamara Tinder en referencia al material flamable que comparte su nombre. Sin embargo, dos años después de ello renunció ante el acoso de su expareja. Cuando decidió terminar la relación que tenía con Meeten, él la amenazó y comenzó a sabotearla en el trabajo. En 2014 interpuso la demanda y es en ese momento cuando recibió las amenazas más graves (de muerte y secuestro). Tras sufrir varios ataques de ansiedad, decidió tomar otra vía: fundar su propia empresa. Ahora Bumble está valuada en 11,000 millones de dólares y la riqueza personal de Wolfe asciende a 1,600 millones de dólares y con ello pertenece al selecto 5% de las 500 mayores fortunas del mundo que pertenecen a mujeres.
Acoso sexual en el trabajo: cuando la víctima es quien renuncia
Sin embargo, las denuncias de acoso laboral no siempre derivan en un final, ya no decir millonario, sino justo.
De acuerdo con el Instituto Nacional de las Mujeres en México, se ha intentado combatir el acoso sexual en los centros de trabajo a nivel individual y no estructural, lo que impide una comprensión profunda de las causas que generan esas conductas. En el estudio ‘La medición del acoso sexual a mujeres en los centros de trabajo’, el orgnismo señala que esa dinámica individualista ha provocado que empresas y trabajadoras asocien estas demandas a problemas legales, económicos y morales, más si se llega a probar que las conductas de acoso fueron ejercidas por ejecutivos, pues tienden a proteger o encubrirlos e incluso optan por despedir a las trabajadoras.
Señala también que las trabajadoras muestran renuencia a participar en encuestas y entrevistas, pese a que es posible hacerlo de forma anónima porque no quieren ser identificadas por la empresa y exponerse a tener alguna represalia, pero también por una sensación de vergüenza.
En ello coincide Montserrat Ortiz, periodista mexicana que acusó formalmente a Andrés Roemer -quien se encuentra en Israel y cuenta ya con una ficha roja por la Interpol- por acoso sexual en el trabajo. “Cuando me pasó, sentí mucha vergüenza porque yo era muy pequeña y sentía que era mi culpa por haberme puesto en esa posición o que por lo menos eso es lo que pensarían todos los que se enteraran de lo que pasó”, dice.
¿Cómo instaurar una cultura que favorezca la denuncia y erradique el acoso sexual en el trabajo?
El estudio de Inmujeres recomienda integrar el término acoso u hostigamiento sexual al repertorio del habla coloquial o cotidiano.
“En México, donde por hostigamiento se entiende la acción de estar empalagado, de tal suerte que las indagaciones que se realicen incluyéndolos en la formulación de las preguntas, tenderán a obtener un bajo registro del problema, pues responderán en función de lo que entiendan, sea en el sentido legal o alimenticio”, señala el informe.
Arturo del Castillo, director de Kroll México, empresa de consultoría para negocios, emitió una estrategia de pasos a dar, a partir de un estudio que realizaron de forma interna. “Nosotros asistimos a las compañeras en su denuncia de acoso sexual, pero lo ideal no es llegar a ese punto (se refiere a prevenir el acoso). Para eso implementamos y recomendamos programas de prevención de estos asuntos, porque muchas veces las víctimas terminan renunciando”, asegura.
Del Castillo explica que las víctimas de acoso sexual viven una sensación de miedo y pudor ante los hechos reportados. “La percepción de que aunque denunciaron no ha pasado nada también influye en que no denuncien y que con el tiempo, renuncien. Y eso es un problema de justicia, pero también para retener el talento”, afirma.
Para el ejecutivo de Kroll, el tema de la reivindicación de los derechos de género en las compañías, con esta fuerza, es relativamente nuevo. Y la mayor parte de las organizaciones aún no han generado esquemas de sanciones robusto, por ello las mujeres recurren a otros canales (como las redes sociales, a raíz del #MeToo) para que de otra forma por lo menos haya un castigo social.
“Las empresas sí tienen mucho temor a verse exhibidos y a ser públicamente señalados por una cuestión de acoso que no fue atendido. Sin embargo, hemos visto compañías que han asumido el reto y han agregado a sus equipos de unidades de género como una medida inicial”, afirma.
Por eso, el especialista recomienda a las empresas, sobre todo, que manden un mensaje de cero tolerancia al acoso a sus equipos, pero que además implementen medidas muy tangibles de acompañamiento, como protocolos de confidencialidad. El siguiente paso, asegura, es ir sanando esas heridas que van a quedar, para que no permee una sensación de que a la organización no le importa que su equipo haya pasado por eso.