Pero el sector salud no sería el único afectado. En los hogares estadounidenses, donde muchas familias dependen de niñeras y cuidadoras, la expulsión masiva de mujeres migrantes mexicanas traería consigo un colapso del sistema de cuidado infantil y de adultos mayores.
Esto obligaría a miles de trabajadores—en su mayoría mujeres estadounidenses—a reducir sus jornadas laborales o incluso dejar sus empleos para encargarse de estas responsabilidades. En términos económicos, la reducción de la fuerza laboral femenina estadounidense afectaría la productividad y, por ende, el crecimiento del país.
Otro sector clave es la industria de la restauración y los servicios. De acuerdo con datos de la organización Fuerza Migrante, una parte significativa de los empleados en restaurantes, hoteles y empresas de limpieza son mujeres mexicanas. Sin ellas, los tiempos de espera en restaurantes aumentarían, la calidad del servicio bajaría y los precios de los alimentos preparados subirían por la falta de personal.
Estudios del Migration Policy Institute han señalado que la reducción en la mano de obra migrante podría provocar pérdidas de miles de millones de dólares anuales, ya que los costos de contratación y capacitación de nuevos empleados serían prohibitivos para muchos negocios.
La agricultura también sufriría un impacto devastador. Las mujeres migrantes trabajan en la cosecha, procesamiento y empaquetado de productos frescos que abastecen a todo el país. Su ausencia implicaría una menor producción y, por lo tanto, un aumento en los precios de los alimentos.
Un informe del U.S. Bureau of Labor Statistics (BLS) ha advertido que la escasez de mano de obra en la agricultura puede traducirse en una inflación alimentaria significativa. Esto afectaría de manera desproporcionada a los hogares de menores ingresos, quienes verían encarecidos los productos básicos.
El impacto de la expulsión de estas trabajadoras también se sentiría en los ingresos fiscales de EE.UU. A pesar de que muchas de ellas no tienen un estatus migratorio legal, contribuyen al sistema mediante impuestos sobre ventas y propiedades, además de retenciones en nómina en algunos casos.
Según un análisis del Pew Research Center, los impuestos pagados por los migrantes indocumentados alcanzan cifras que sostienen programas sociales como la educación pública, la salud y la infraestructura comunitaria. Sin su contribución, varios gobiernos estatales enfrentarían déficits considerables.
Sustituir la fuerza laboral migrante femenina con trabajadores nacionales no sería una tarea sencilla. Hay varios sectores en los que la disponibilidad de mano de obra local es limitada. En la agricultura y los servicios de limpieza, por ejemplo, la demanda de trabajadores supera con creces la oferta.
De acuerdo con el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca, el reemplazo de la fuerza laboral migrante elevaría drásticamente los costos operativos para las empresas, lo que se traduciría en un aumento de precios en bienes y servicios esenciales.
Pero más allá de los números, la ausencia de estas mujeres cambiaría el tejido social de Estados Unidos. Su papel en las comunidades va mucho más allá de su contribución económica: aportan diversidad, generan redes de apoyo y facilitan la integración de la población hispana en la vida cotidiana estadounidense. Escuelas, iglesias y vecindarios perderían un pilar fundamental en la construcción de comunidades inclusivas y solidarias.
Si se quiere dimensionar en términos concretos, basta con pensar en el impacto inmediato en sectores específicos. Si mañana un estado como California o Texas perdiera a su fuerza laboral migrante femenina, notaríamos inmediatamente el colapso en hogares sin cuidadoras, hospitales sin asistentes de enfermería, restaurantes con tiempos de espera inaceptables y supermercados con precios en ascenso por la falta de producción agrícola. La vida cotidiana se volvería más cara y más difícil para millones de familias.
"Las mujeres migrantes mexicanas no solo trabajan en sectores esenciales, sino que también sostienen el equilibrio de la economía estadounidense en múltiples niveles", enfatiza Rumayor. "Sin ellas, no estaríamos hablando solo de una crisis laboral, sino de una transformación social que Estados Unidos no está preparado para enfrentar".