La realidad actual en México pinta un panorama complejo. Según datos de la UNESCO, menos del 25% de las mujeres mexicanas eligen carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), y solo el 19% de los puestos de liderazgo en tecnología están ocupados por mujeres. Estas cifras no son solo números: representan sueños truncados, barreras estructurales y una cultura que, aunque está cambiando, todavía impone límites a las mujeres desde muy temprana edad.
En casa, muchas niñas enfrentan mensajes que, aunque sutiles, moldean profundamente sus aspiraciones. Luz lo explica con un ejemplo cotidiano: las jugueterías divididas en rosa y azul. Las niñas reciben muñecas, los niños, juegos de construcción. Esta narrativa, repetida una y otra vez, les dice a las niñas que hay espacios donde no pertenecen. A esto se suma el peso de una familia que, con las mejores intenciones, puede desalentar a las jóvenes de perseguir sueños en campos dominados por hombres. “La primera limitante muchas veces es la familia. Te dicen: ‘¿Vas a trabajar con puros hombres? Mejor busca otra carrera’”, recuerda Luz.
Para ella, el cambio comienza desde lo cotidiano, incluso desde una simple conversación. “Todos educamos, ya sea en reuniones familiares, con amigos o en la escuela. Esas interacciones son oportunidades para mostrar que la tecnología no es un mundo ajeno, sino uno donde todas podemos estar”. En su propia familia, esas pequeñas interacciones se convirtieron en momentos para desafiar estereotipos, plantear preguntas y abrir puertas.
En el ámbito educativo, el panorama también plantea retos enormes. Según el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE), más del 50% de los estudiantes en México no alcanzan un nivel adecuado de comprensión lectora al terminar la secundaria. Este déficit tiene un impacto directo en su capacidad para interactuar con la tecnología de manera crítica. Luz es contundente: “Si no puedes entender un problema, la tecnología no será la solución”. Sin embargo, ve una oportunidad en las comunidades de aprendizaje y la educación informal como herramientas poderosas para empoderar a las nuevas generaciones.
La inteligencia artificial (IA) representa una de las oportunidades más emocionantes, pero también desafiantes, para cambiar este panorama. Para Luz, la IA tiene el potencial de democratizar el acceso al conocimiento, siempre que se utilice de manera inclusiva. “La IA no es algo que debamos temer; es algo que debemos entender”, explica. Programas educativos y talleres que Luz ha desarrollado enseñan no solo a usar estas herramientas, sino también a comprenderlas y adaptarlas a las necesidades locales. “En vez de prohibir que los estudiantes usen tecnología en clase, hay que enseñarles cómo hacerlo de manera efectiva. Lo vimos con los celulares en la pandemia: al final se convirtieron en una herramienta clave”.
Un grupo que a menudo queda fuera de la conversación sobre tecnología es el de las personas mayores. En México, solo el 6% de los adultos mayores son usuarios regulares de internet, según la Asociación de Internet MX. Luz ve en esto una oportunidad desaprovechada. La tecnología podría mejorar significativamente la calidad de vida de esta población, desde aplicaciones para monitoreo médico hasta plataformas educativas y herramientas de comunicación. “Los adultos mayores no necesitan la última tecnología; necesitan soluciones que sean prácticas, fáciles de usar y que resuelvan problemas reales, como la salud o el acceso a información confiable”.