El principal punto a debatir es saber si el riesgo de sobrediagnóstico es mayor que las ventajas que aporta en la disminución de la mortalidad de este tipo de cáncer.
"Si fuera fácil saberlo, estaríamos todos de acuerdo", señala a la AFP la epidemióloga francesa Catherine Hill.
Hay estudios de sobra, pero sus conclusiones son, a menudo, muy variadas: algunos indican un riesgo de sobrediagnóstico casi nulo mientras otros lo sitúan en un tercio de los casos.
Para Hill, los estudios más alarmistas son sesgados, porque parten de bases de datos de salud pública que no entran en la individualización de los casos.
Se estudia, por ejemplo, la proporción de cáncer de mama en la franja de edad de 50 a 70 años, pero sin diferenciar si las pacientes han sido realmente reconocidas.
Esto da lugar a numerosas imprecisiones cuando se trata de estudiar los efectos de esta detección precoz durante varios años. Se da la paradoja de que, en el periodo de tiempo de análisis, hay mujeres que han salido de la franja de edad estudiada.
Por eso, este tipo de análisis tienden a sobredimensionar un diagnóstico, mientras que los estudios a partir de datos individuales (menos frecuentes), lo sitúan a la baja.
"Lo más probable es que el sobrediagnóstico esté por debajo del 10% de casos", considera Hill, que lamenta que los escépticos de este debate juzguen alarmistas los resultados más tranquilizadores, aún cuando son (a priori) más creíbles.
Aun así, esta epidemióloga no valida por completo la promoción generalizada por mastografía.
"Se presenta a las mujeres de una forma exagerada", sobre todo durante el mes de Octubre Rosa, dice Hill. "Reduce la mortalidad de cáncer de mama 20%, pero ya de entrada la mortalidad por este cáncer no es muy alta".
Y un "20% de poco, es muy poco", insiste. Según Hill, es mejor insistir en que las mujeres reduzcan el consumo de alcohol, principal factor de riesgo en este cáncer.