En entrevista, González-López cuenta que comenzó a interesarse por entender la violencia sexual en las familias a raíz de trabajar con migrantes mexicanas en Estados Unidos. Como psicóloga y socióloga especializada en estudios de género, abordaba temas de sexualidad, y en sus entrevistas empezó a escuchar, una y otra vez, relatos de mujeres cuya primera interacción sexual había sucedido con algún miembro de su familia.
“Uno de los factores más importantes del por qué existe la violencia sexual en las familias es porque existe la desigualdad de género”, sostiene la investigadora. En las primeras páginas de su libro explica que la ética de las familias muchas veces fomenta la idea de que las mujeres deben estar al servicio de sus parientes varones, lo cual coloca a las niñas y a las jóvenes en condiciones de riesgo.
“En una sociedad patriarcal en la que las mujeres son entrenadas para estar sexualmente disponibles para los hombres, una niña o una joven que, por ejemplo, es forzada por su tío a tener sexo, puede percibirlo como algo ‘normal’ y jamás hablar al respecto”, escribe González-López.
La violencia sexual no es individual, es social
La violencia sexual es un problema social, y como tal, “tenemos que resolverlo de manera colectiva”, dice Gloria González-López. Por eso está convencida de que la terapia de grupos es una de las formas más poderosas para procesar y superar el dolor.
“Los grupos son extraordinarios porque ayudan a las mujeres a descubrir dimensiones de su vida que desconocían”, explica la socióloga. “Cada persona que participa en el grupo está en diferentes momentos y etapas a nivel psicológico, cronológico y humano. Cuando en esos espacios una mujer se culpabiliza por haber sufrido violencia sexual, ya hay alguien enfrente que tiene superado eso e interviene para decir ‘momento, no fue tu culpa’. La persona se siente validada y esa es una de las grandes contribuciones”.
La terapeuta Laura Martínez comenzó a trabajar en 1983 con personas agredidas sexualmente, y hoy continúa su labor desde la organización que fundó y dirige en la Ciudad de México hace 25 años: la Asociación para el Desarrollo Integral de Personas Violadas (ADIVAC).
El centro terapéutico localizado en la colonia Santa María la Ribera en Ciudad de México ofrece atención individualizada o grupal. La primera es para menores o mujeres que hayan vivido una violación reciente y, por lo tanto, aún atraviesan por procesos intensos de crisis, explica Martínez. Quienes acceden a la atención grupal son personas mayores de 15 años que fueron agredidas en su infancia o adolescencia y buscan sanar ya como adultas.