Las formas de trabajo son diversas. “Tomamos varias teorías y técnicas: la teoría Gestalt, la teoría humanista, psicoanálisis, teoría narrativa, cognitivo-conductual; también la terapia de reencuentro de Fina Sanz, la vegetoterapia para trabajar todas las partes del cuerpo, las técnicas de educación para la paz, siempre atravesadas por la teoría de género y el enfoque de derechos humanos”, comenta la psicóloga.
Todo esto se conjuga en un modelo de atención que dura de 90 a 100 sesiones, aproximadamente, con frecuencia de una vez por semana. “La terapia no puede hacerse en poco tiempo, porque la violencia sexual altera toda la estabilidad emocional de la persona y cambia el proyecto de vida en todos los casos”, señala Martínez.
También comenta que las terapias colectivas deben comenzar por la cohesión del grupo y no por los relatos de la violencia vivida. Martínez dice que estrechar los lazos entre las participantes es importante al inicio del proceso, pues después viene una etapa de profundización que suele resultar muy dolorosa y en muchos casos hay deserciones.
“Creo que la violencia sexual es una experiencia que nunca se olvida, pero quienes la vivieron sí pueden llegar a entender por qué sucedió, entender que es un problema social, que ellas no lo provocaron y así se pueden colocar de una forma diferente en la vida, ser menos explosivas, valorar sus encuentros amorosos y llegar a disfrutar de su sexualidad”, afirma Martínez.
Las huellas de la violencia sexual
En México, de acuerdo con la
Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares
(ENDIREH) 2016, una de cada 10 mujeres de 15 años y más (4.4 millones) sufrieron abuso sexual durante su infancia, siendo los principales agresores sus tíos (20.1%), seguidos de conocidos no-familiares (16%), primos (15.7%), desconocidos (11.5%) y hermanos (8.5%).
Por su parte, ADIVAC tiene un archivo que consta de más de 15 mil expedientes de violencia sexual ocurridos en los últimos 25 años, y en fechas recientes la asociación ha comenzado a procesarlos con fines estadísticos. Aunque ese trabajo no está aún terminado, Laura Martínez ha constatado que la mayoría de los agresores son personas conocidas de las sobrevivientes, como tíos, padrastros o padres biológicos.
Aunado a esto, la gran mayoría de las personas agredidas son mujeres o menores de edad. “Aunque sí hay casos de hombres violados, generalmente son violados por otros hombres. La violencia sexual es un abuso de poder en el que los miembros de un género se sienten con la autoridad y el privilegio social de ejercer su sexualidad con quien, como y cuando ellos quieran”, comenta la psicóloga Martínez.
La culpa, el enojo y la pérdida de autoestima son las consecuencias más comunes en las personas que vivieron violencia sexual.
“Es algo que se vive con mucho dolor y vergüenza”, menciona la terapeuta Juanita Núñez Flores, de 55 años, fundadora y coordinadora de la asociación de
Mujeres Sobrevivientes de Abuso Sexual
(Musas), también en Ciudad de México. Núñez ha trabajado con esta población durante los últimos 28 años, por lo que ha sido testigo de la dificultad que estas personas tienen para establecer relaciones interpersonales basadas en la confianza.
“Hay patrones de conducta que se repiten de generación en generación. Cuando llega una mujer, es común escuchar que lo que ella vivió también le pasó a su mamá y a su abuela”, continúa Núñez.
En su experiencia, el tiempo de sanación depende de varios factores, como la edad a la que comenzó la agresión, la relación con el agresor y la duración de las agresiones. También influye si la sobreviviente habló al poco tiempo de la agresión y si las personas con las que se comunicó le creyeron o no. ”Entre más pequeña es la agredida, entre más cercano el agresor y entre más crónico el suceso, se necesita más tiempo para sanar”, dice la terapeuta.
La psicóloga también asegura que ha visto muchos casos de éxito, personas que se logran recuperar, rehacer su proyecto de vida, establecer relaciones sanas, equilibrar su autoestima. “Todo esto requiere un compromiso, porque la terapia es dolorosa, difícil, y generalmente las personas no queremos que nos duela”, agrega Núñez.
Al respecto, la académica Gloria González-López recuerda uno de los casos de su investigación que más le conmovieron. Una mujer de Ciudad Juárez había sido abusada por su padre biológico cuando era una adolescente pero ella afirmaba que no la había afectado.
“Cuando la señora se enteró de lo que había hecho el padre, en ese momento lo corrió de la casa, delante de su hija, y eso fue más poderoso que mil sesiones de terapia con la mejor terapeuta de la ciudad”, relata González-López.
Por eso la investigadora siempre hace énfasis en la importancia de creerle a las niñas y a los niños, así como en crear hogares donde haya respeto. “Yo siempre he dicho que una de las expresiones más importantes de amor que debe haber en las familias en México es la igualdad de género”.