Por ello, decidió fundar su propia empresa y enfocarse en el desarrollo de herramientas digitales con perspectiva de género. Serena-T es la aplicación más reciente que construyó con otras mujeres para la organización feminista Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad.
La herramienta está dirigida al autocuidado colectivo y sanación de defensoras de derechos humanos. Cuenta con herramientas para el manejo emocional, la alimentación, la relajación y la herbolaria. “Las mujeres no deben masculinizarse para pertenecer a este sector, tenemos que seguir mirando que las soluciones a las problemáticas de las mujeres deben hacerse desde la mirada de las mujeres y no de los hombres”, insiste.
De acuerdo con datos del Foro Económico Mundial, son mujeres sólo 22% de quienes trabajan en el ámbito de la inteligencia artificial; 12% de quienes se dedican al aprendizaje automatizado; y apenas 35% de estudiantes de carreras del campo de las STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas por sus siglas en inglés).
El informe Las Mujeres en la Ciencia, Tecnología , Ingeniería y Matemáticas en América Latina y el Caribe , elaborado en 2020 por ONU Mujeres, especifica que en América Latina y El Caribe ellas representan 45% en áreas de investigación. Aunque en el caso de Chile, México y Perú la cifra es menor, ya que son 34% del total.
Sin embargo, México ya hay entidades que trabajan contra estas brechas y estereotipos de género a nivel de política pública. Por ejemplo, en el Gobierno de Jalisco, dentro de la Coordinación de Innovación existe el área de Inclusión Digital.
“La digitalización ha sido más complicada para las mujeres debido a los diferentes roles que ejecutamos: trabajo, escuela, casa, hijos. A eso le sumamos el tema de la violencia en el hogar y entonces podemos entender que la digitalización es un gran reto y una oportunidad primordial para las mujeres, pues muchas veces no tienen conectividad”, explica Adriana Aceves Fernández, la directora de Inclusión Digital.
La digitalización de las mujeres incluye siete cursos que tienen como filosofía “las tres R”: reprogramación, para quitarles el miedo de adentrarse en la tecnología; resignificación, para darse el valor y la oportunidad de aprender herramientas digitales; y la resiliencia para la aplicación práctica del conocimiento.