El desafío constante de la academia ha sido garantizar las competencias básicas para que los jóvenes puedan insertarse en mundo del trabajo. Que los planes de estudio correspondan con los requerimientos de las empresas, y que estén actualizados, conforme a las demandas del mercado. Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el desempleo juvenil triplica las tasas de desempleo en adultos.
“Hay un desajuste entre lo que están recibiendo los estudiantes en la universidad y esa sociedad digital en la que vivimos ahora. Por ejemplo, la revolución 4.0 y extensión de la inteligencia artificial que se requiere en muchos ámbitos, y por supuesto en el mercado laboral”, reconoce en el mismo foro Ana Capilla, asesora del Ministerio de Educación de España y directora de Educación Superior y Ciencia en Organización de Estados Iberoamericanos (OEI).
De cara a la próxima década, las instancias educativas tendrán que repensar las competencias que están sembrando en los estudiantes. Hoy el desarrollo de la autonomía, la capacidad de innovar, de ser creativos y de trabajar en equipo han cobrado mayor relevancia, pero mañana, pueden ser otras.
Por ello, las especialistas advierten que la academia debe contar con mejores metodologías de aprendizaje que les permita enseñar competencias para la vida. Y al igual que las compañías, la tendencia se mueve hacia la educación híbrida, donde los estudiantes puedan combinar la interacción presencial con un aprendizaje más autónomo e individual a distancia, que incluso esté más personalizado.
“Más educación y menos universidad. Es importante que las empresas tengan confianza en ese tipo de certificaciones con modalidad híbrida”, menciona Capilla.
“Es reconstruir un sistema educativo, en donde todos los estudiantes aprendan. Que no siga ocurriendo que el acceso a la calidad educativa depende mucho de lugar de nacimiento del estudiante. Que tenga un maestro motivado, una estructura adecuada y por supuesto un acceso a la conectividad”, agrega García.
La deserción educativa
De acuerdo con la Secretaria de Educación Pública (SEP), más de 800,000 jóvenes -de los cuales 50% son mujeres egresadas de secundaria- desertarán en sus estudios de educación media superior.
Las especialistas aseguran que el riesgo de deserción es más alto para las mujeres que para los hombres, tanto en educación básica como en superior. Y esto en parte se debe a la falta de flexibilidad por parte de las universidades en cuanto a horarios y costos.
Además de becas y apoyos concretos para evitar la deserción, es oportuno que las escuelas incentiven en la población estudiantil femenina el interés por las carreras de futuro, relacionadas con temas de ciencia y tecnología.
Juan Pablo Murra, rector de posgrado del Tecnológico de Monterrey en México, opina que los sistemas educativos no se dan en el vacío. “Podemos romper paradigmas y telarañas en relativamente corto tiempo. No estamos en una panacea, pero romper el esquema mental en todos los niveles educativos es muy positivo”, señala.
“Como universidades no sólo debemos pensar en los contenidos que se les da a los alumnos, sino cómo podemos colaborar con las economías. Debemos formar gente que salga a crear empleos; a emprendedores con negocios basados en tecnológica, que sean escalables y que les permita su propio beneficio, así como la posibilidad de crear entornos favorables para sus propios compañeros y de otras universidades”, concluye.