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La revolución silenciosa. Cómo la ética puede transformar la era algorítmica

La revolución ética no se trata de demonizar la tecnología o de frenar su avance. Se trata de impregnarla con un sentido profundo de humanidad, de transparencia, de guiar su desarrollo con sabiduría.
mié 09 octubre 2024 06:00 AM
La revolución silenciosa. Cómo la ética puede transforma la era algorítmica
¿Estamos construyendo un futuro donde la tecnología nos humanice o nos aleje de nuestra propia esencia? Porque no podemos negar que, junto a las promesas, también existen sombras, dilemas éticos que se asoman amenazantes en el horizonte digital, señala Liliana Molina Soljan.

En el transcurso de mi vida, he visto el mundo transformarse de maneras que mis padres jamás hubieran imaginado. La tecnología, con su torrente imparable de innovaciones, nos ha conectado a través de continentes, ha democratizado el acceso a la información y ha puesto a nuestro alcance herramientas que prometen resolver los desafíos más urgentes de la humanidad.

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En medio de esta vorágine de progreso, siento una punzada de inquietud, una pregunta que late con fuerza en mi corazón: ¿estamos construyendo un futuro donde la tecnología nos humanice o nos aleje de nuestra propia esencia? Porque no podemos negar que, junto a las promesas, también existen sombras, dilemas éticos que se asoman amenazantes en el horizonte digital.

Pienso en las madres trabajadoras que luchan por conciliar su vida laboral y familiar, y me pregunto si los algoritmos que diseñan nuestras jornadas laborales las liberarán o las encadenarán aún más. Pienso en las niñas que sueñan con un futuro en carreras científicas y tecnológicas, y me pregunto si tendrán las mismas oportunidades que los niños, si los algoritmos que seleccionan candidatos las verán como iguales o perpetuarán los sesgos de género que tanto nos hemos esforzado en derribar.

No podemos permitir que la fascinación por la innovación nos ciegue ante estas preguntas incómodas. Es hora de iniciar una nueva revolución, una revolución ética que coloque la dignidad humana, la justicia social y la sostenibilidad ambiental en el centro de cada línea de código, de cada algoritmo, de cada nuevo producto que nazca en la era digital.

Y esta revolución solo puede surgir de un esfuerzo colectivo, de una conversación honesta y transparente donde participen todas las voces.

Gobiernos. Los invito a ser los arquitectos de un mundo digital más justo, a construir un marco legal que fomente la innovación responsable, que proteja la privacidad de los ciudadanos y que garantice que el desarrollo tecnológico no deje a nadie atrás. No podemos permitir que la era digital se convierta en un territorio sin ley donde las empresas tecnológicas actúen con total impunidad. Necesitamos reglas claras, necesitamos líderes valientes que pongan el bienestar humano por encima de cualquier interés económico.

Empresas tecnológicas. La responsabilidad social no puede ser un simple adorno en su discurso corporativo, debe ser la brújula que guíe cada decisión, cada línea de código, cada nuevo producto que lancen al mercado. Las invito a evaluar el impacto social de sus creaciones a través de auditorías algorítmicas, a corregir los sesgos que perpetúan la discriminación y a trabajar incansablemente para democratizar el acceso a la tecnología. Su ingenio, su creatividad, su capacidad de innovación tienen el poder de cambiar el mundo para bien. Úsenlo con sabiduría, úsenlo con compasión.

Ciudadanos. En la era digital, el silencio no es una opción. Los invito a alzar su voz, a cuestionar, a exigir transparencia, a participar en el debate público, a no resignarse a la opacidad. Eduquen a sus hijos en el pensamiento crítico, en la responsabilidad digital, en la empatía. Enséñenles a usar la tecnología con sabiduría, a ser ciudadanos responsables, a no ser indiferentes ante la injusticia.

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La revolución ética no se trata de demonizar la tecnología o de frenar su avance. Se trata de impregnarla con un sentido profundo de humanidad, de transparencia, de guiar su desarrollo con sabiduría y compasión. Se trata de recordar que detrás de cada línea de código, de cada algoritmo, de cada avance tecnológico, hay vidas humanas, hay sueños, hay un futuro que estamos construyendo juntos.

Y yo, como mujer, como madre, como ciudadana del mundo, me niego a creer que este futuro esté escrito en piedra. Creo en la fuerza de la voluntad humana, en nuestra capacidad de construir un mundo donde la tecnología sea una herramienta de liberación, de justicia y de esperanza para todos. Un mundo donde el latido del corazón humano se escuche con fuerza en medio del zumbido de los circuitos, un mundo donde la tecnología nos ayude a ser más humanos, nunca menos.

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Nota del editor: Liliana Molina Soljan es Doctora en Derecho. Magister en Gobernanza Ética de la Inteligencia Artificial: UPSA Salamanca, España. Síguela en LinkedIn. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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