Pero también no me dejarán mentir que más de una cosa cambia cuando te conviertes en madre, en mi caso como periodista (en un
contexto
complicado como el de México) y además siendo de origen indígena, también ves cómo otros esquemas de tu vida (que te había costado trabajo construir a lo largo de tu vida, por decir menos, la carrera profesional) llegan a caerse a pedazos.
Y aunque no voy a negar la visibilidad que ya se da al tema, sobre todo con el nuevo Premio Nobel de Economía otorgado a
Claudia Goldin
, por sus estudios enfocados a los trabajos de las mujeres y el mercado laboral, en donde la estadounidense explica la brecha salarial entre mujeres y hombres por motivos educativos y el nacimiento del primer hijo, vivir la desigualdad de los cuidados es apabullante.
Con esto no quiero decir que los hombres no cuidan, sí lo hacen, pero tan exprimidos de sus rutinas laborales -en
México
de las más largas y con negativa a reducirla a 40 horas-, poca energía les queda para hacer labores de cuidado. Sin embargo, las mujeres trabajadoras y madres al mismo tiempo no tienen otro remedio que asumir también esa responsabilidad, muchas veces sin remuneración económica.
He aquí una ausencia de figuras dentro de la sociedad que ayuden a las madres a acortar estas desigualdades que nos tienen más empobrecidas, con menos derechos y con menos visibilidad en el mundo lógico; el que sí importa, y que está tan lejos de los cuidados, que por lo contrario debería ser un eje primordial dentro de la formación de nuevas generaciones y realidades de bienestar futuras.
Algo de esto me lleva a pensar sobre la contienda electoral de estos momentos, en donde hay dos candidatas a la Presidencia de México (hecho inédito en un país en el que culturalmente el machismo y la discriminación son añadidura al sentido común y el orden establecido). Sin embargo su actuación tan acartonada es semejante a las mismas promesas de campaña que se hacen en esta época y que no terminan de cuajar en hechos, porque precisamente temáticas como la aquí expuesta, que parecieran “feminizar” la agenda pública de derechos para dar con propuestas claras y transformar la vida de millones de madres y por ende la economía entera de un país con una filosofía diferente; en la que el trabajo no pagado sostiene muchas otras actividades económicas, esta materia no parece estar en el radar real de las candidatas, olvidándose así tal vez, de su propia condición como mujeres.
Sin duda existe una economía de los cuidados que no es reconocida, no es cosa de aplaudirse un día. Las madres malabarean más tiempo tareas de cuidado y del hogar, a diferencia de lo que invierten los hombres a estos quehaceres, hay una disyuntiva: las mujeres se incorporan al mercado laboral, sin que el lado masculino haga lo propio y se adentre de la misma forma a las tareas de cuidado. Lo que supone una desventaja para las mujeres tener que cumplir con ambas tareas de acuerdo a su rol de clase y de género.