Pero el Día de las Madres es diferente por varios motivos. Primero, porque “la mamá es la mamá” y festejar a las madres que me rodean nunca está a discusión.
Segundo, porque mi hija mayor heredó de su abuelo ese don para que el festejado se sienta muy bien en su día y normalmente me tiene sorpresas; tercero y último, porque disfruto mucho ver la polémica en redes sociales acerca de lo que debe y no debe ser este día.
Uno de los aspectos que causa más controversia son los regalos. Que si son machistas, que si las marcas solo se aprovechan, que si es un día comercial… Las listas de regalos con las que nos bombardean están llenas de electrodomésticos, productos de belleza, servicios para relajarse o chucherías personalizadas (y medio cursis), todo envuelto en un paquete de romantización de esa abnegación que ya no necesitamos.
Independientemente de si las madres quieren tales regalos o no -que yo no me niego a varios de estos- me gustaría que las empresas y las marcas dieran a la maternidad el lugar que merece antes de atreverse siquiera a felicitar a las ‘mamitas en su día’.
Aquí van cinco no-regalos (más bien derechos) que las madres que trabajan deberían tener:
1. Lo de ley: prestaciones y no-discriminación
Lo mínimo indispensable para que una mamá que trabaja esté tranquila son las prestaciones de ley. Saber que puede acceder a guarderías y servicios de salud gratuitos -con todo y sus carencias-; tener certeza de que le respetarán las licencias de maternidad si se embarazan por primera vez o nuevamente es un gran alivio. Los empleadores deben respetar esos derechos sí o sí.
Por otro lado, la discriminación a las madres trabajadoras sucede de muchas formas. Hay compañías donde es evidente e incluso está casi institucionalizado -lo que es totalmente ilegal- y hay empresas donde la discriminación es sutil o más bien parte de la cultura y por tanto, difícil de probar.
Estar en una empresa que respete la maternidad (y la paternidad) es lo que todas queremos.
2. Un trabajo flexible
Toda mamá que trabaja quiere un trabajo flexible, pero no a medias. El verdadero trabajo flexible es en realidad un ejercicio de apertura y confianza por parte del empleador, y de compromiso por parte de las madres.
Para ello se necesita en realidad muy poco:
- Objetivos definidos
- Fechas de entrega
- Pocas reglas (eso sí muy claras)
- Supervisión mínima
- Empatía
“Las políticas de flexibilidad no funcionarán si son difíciles de entender, si los empleados y los gerentes no saben cómo usarlas o si varían mucho. Las organizaciones se benefician al desarrollar una estructura con principios que guíen la toma de decisiones y las expectativas de flexibilidad”, señala HBR.
Claro que hay empleos donde es más fácil hacer esto y hay otros que requieren de un sistema más tradicional, pero incluso dentro de ellos, la flexibilidad es más una mentalidad: es que a la madre no le dé miedo o vergüenza pedir días porque su hijo se enfermó o que pueda llegar tarde o salir antes por algún evento de sus criaturas y no sea ‘castigada’ por la empresa ni por los colegas.
Si como empleados se nos pide partir del entendido de que nadie es indispensable, como patrones también es fundamental comprender que las tareas pueden ser -al menos momentáneamente- cubiertas por alguien más. Y si la continuidad del negocio depende de una persona, hay problemas más serios de fondo.